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5 cosas que toda mujer celosa le ha hecho a su novio

Por: La Karla Figueroa

Hace unos días un exjevito, que hoy puedo decir que es mi amigo, me dijo que todo hombre tenía que tener en su vida una “psycho que sea cool“… Se refería a mí.

Recuerdo esa época en la que me sentaba con mis panas (que la mayoría son varones) a criticar a las mujeres que son “psychos” con los hombres y que cuando las dejan se vuelven locas. Eso quedó en el pasado. Me he dado cuenta de que puedo llegar a ser tan desenfrenada como esas muchachitas a las que criticaba.

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Así que, por eso de reconocerme, hoy voy a compartir con ustedes las “psyquerías” que me he encontrado haciendo. (Y sí, sé que “psyquería” no es una palabra aceptada por la Real Academia Española, pero fluya).

5. Pasar por la casa de la persona

Era hermosa esa época en la que le decía a mis amigas: “Nena, confía en él, no viene porque está cansado”, o le preguntaba a mis amigos: “Pero, ¿por qué tu jeva no confía?”. Qué hermosos recuerdos.

Hoy soy parte de las mujeres a la que los tipos le dicen que no tienen ganas de salir de su casa, y yo paso frente a su puerta para ver si eso es verdad. Esto lo he hecho dos veces en mi vida, y las dos veces me he sentido más “psycho” que Osvaldo Ríos con las mujeres.

No puedo decir qué pasó en mi vida que de momento empecé a hacer esto, pero sí puedo decir que después de que lo hago (en mi carro que no tiene tintes) me doy cuenta de que es una de las acciones más estúpidas del mundo, porque no es como que yo le puedo decir a la persona: “Sé que estabas mintiendo porque me salí de ruta para pasar por tu hogar, y no estabas”.
 

4. Chequear quién es “el cuero ese” que le da “like” a sus fotos en Facebook e Instagram

Viniendo de mí, esto es algo 100 % erróneo. Yo ando con varones todo el tiempo, un 80 % de mis amistades son nenes, y el que ande conmigo tiene que soportar que yo esté rodeada de macharranes todo el tiempo… Pero después de vieja me ha dado con estar pendiente “al cuero ese”.

Tú, mujer que me lees, sabes quién es “el cuero ese”. Es esa amiga de tu jevo, que no conoces en persona pero te sabes de memoria hasta sus estados de Facebook. Es esa dama que no es mega linda, pero sabe cuál es el ángulo perfecto para tomarse las “selfies” que publica en Instagram. Se trata de esa damisela que puede estar vestida de monja y tú piensas que “está coqueteando con la falda esa”. Sin embargo, tu jevo nunca, NUNCA, va a saber de este odio secreto que le tienes a su amiga.

Y ni hablar de la histeria cuando te das cuenta de que “el cuero ese” tiene todas sus redes sociales privadas porque, “de seguro”, tiene fotos con tu jevo.
 

3. Sonreír de manera amenazante a sus compañeras de trabajo

Aunque esta “psyquería” es nueva en mi vida, siento que es de las mejores que puedo defender porque la mayoría de nosotros pasa mucho más tiempo con los compañeros de trabajo que con una pareja. Entonces, cuando hay actividades corporativas es que uno ve a esas arpías que pasan el día con nuestros jevos.

Siempre hay una “calenturienta”, que cuando tu jevo te la presenta se nota que te odia porque está loca por esnuársele y tú, que no eres ni santa ni pecadora, le sonríes de manera amenazante como diciendo: “Dale, pónte bruta… Yo sé lo que estás pensando”.

Esta mujer, que la vamos a llamar “la calenturienta del trabajo”, habla contigo mientras lo mira a él… Y eso despierta a las “psychos”. Esa es la causante de la pelea en el carro cuando uno sale de la fiesta y de que sea lo primero que menciones cuando te despiertas al otro día. Ella es el espíritu detrás de oraciones como: “No sé, pregúntale a tu secretaria”.

Esa es la causante de que cada vez que tu jevo se quede trabajando hasta tarde, tú estés sentada en la cama imaginándote cómo echan un polvo en el escritorio o en el ascensor.
 

2. Mirar la última vez que se conectó en WhatsApp

Yo necesito saber cuál es la necesidad de hacer esto. Ya no presumimos que la gente está ocupada o que simplemente no tiene ganas de hablar. ¡NO! Si está online en WhatsApp y no está hablando conmigo, la “psycho” dentro de mí se convence de que está hablando con “el cuero ese” o con “la calenturienta del trabajo”.
 

1. Enviar mensajes de texto con mucho odio (y de la nada)

Tengo que confesar que en este nivel soy experta. Usualmente, estos mensajes dependen de la cantidad de alcohol en mi sistema. Si lo que estoy bebiendo es cerveza, los mensajes son bastante amables; si me dan vodka, esos textos tienen altos niveles de odio y desesperación. Ah, pero si hay shots envueltos, esos escritos (porque son largos) salen de ese celular más negros que el alma de Romero Barceló.

Estos mensajes salen sin razón alguna. De la nada. Soy yo peleando conmigo misma y gritándole a la persona cuánto me jodió… Y al otro día me disculpo, borro los mensajes (porque si no está en mi celular no pasó) y sigo mi vida como si no le hubiese dicho a ese jevito que es lo peor ser que camina sobre la faz de la tierra.
 

 

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