Imagina estar flotando en el espacio, lejos de la Tierra, rodeado por el inmenso y oscuro vacío del cosmos. El paisaje es impresionante: un tapiz infinito de estrellas titilantes, la curvatura de nuestro planeta a la distancia y la sensación de ingravidez que permite que tu cuerpo se mueva libremente por la nave espacial; no obstante, a pesar de toda la maravilla y asombro de estar en el espacio, hay algo bastante simple que no podrás hacer con la misma facilidad que en la Tierra: eructar.
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Este simple acto, que en el día a día pasa desapercibido y que todos hacemos sin siquiera pensarlo, se convierte en una verdadera dificultad cuando estás en condiciones de microgravedad. Pero, ¿por qué es tan complicado eructar en el espacio? La respuesta tiene mucho que ver con cómo funciona nuestro cuerpo en la Tierra y cómo se alteran esos mecanismos en ausencia de gravedad.
El papel de la gravedad en el sistema digestivo
En la Tierra, cada vez que comemos o bebemos, es normal que también ingiramos aire. Este aire entra en nuestro estómago y, al acumularse, se desplaza hacia la parte superior del estómago gracias a la gravedad. Con el tiempo, ese gas asciende y se libera en forma de un eructo, expulsando el aire que no tiene función alguna en nuestro sistema digestivo.
Pero, cuando estás en un entorno de microgravedad, como el espacio, las cosas no son tan sencillas. Sin gravedad que actúe sobre los líquidos, sólidos y gases en tu cuerpo, el aire que tragas no puede “subir” a la parte superior del estómago para ser expulsado como lo haría aquí en la Tierra. En su lugar, el gas queda atrapado junto con la comida y los líquidos que hayas ingerido, mezclándose en una especie de “cóctel” dentro de tu estómago. Como resultado, si intentas eructar en el espacio, en lugar de liberar solo aire, probablemente terminarías expulsando también comida y líquido, en lo que podría describirse como una pequeña “mini-vómito”. Claramente, esto no sería algo deseable en una nave espacial, donde el ambiente es extremadamente controlado y donde cualquier pequeño inconveniente podría causar un gran problema.
Las sorpresas de la microgravedad en el cuerpo humano
Este fenómeno de no poder eructar es solo una de las muchas sorpresas que el cuerpo humano experimenta al estar en el espacio. La microgravedad no solo afecta nuestra digestión, sino que tiene efectos en prácticamente todos los sistemas del cuerpo. Para los astronautas, adaptarse a este nuevo entorno puede ser un verdadero desafío.
Por ejemplo, en microgravedad, el sentido del gusto cambia de manera significativa. Esto se debe a que, sin la influencia de la gravedad, los fluidos corporales tienden a acumularse en la parte superior del cuerpo, lo que genera una sensación de congestión similar a tener un resfriado. Como resultado, muchos astronautas reportan que los alimentos en el espacio saben insípidos o mucho menos sabrosos que en la Tierra. Para compensar esto, suelen preferir comidas más picantes o con sabores fuertes que puedan estimular sus papilas gustativas. Es común que los astronautas agreguen salsa picante a sus comidas o pidan alimentos muy condimentados durante su estadía en el espacio.
El impacto en los músculos y los huesos
Otro cambio significativo es la pérdida de masa muscular y ósea. En la Tierra, nuestros cuerpos están constantemente luchando contra la gravedad, lo que mantiene a nuestros músculos y huesos en buen estado de forma; sin embargo, en el espacio, esa resistencia desaparece, y el cuerpo no necesita esforzarse tanto. Esto lleva a que los músculos y huesos comiencen a debilitarse si no se ejercitan regularmente. Por esa razón, los astronautas deben seguir estrictos programas de ejercicio diario mientras están en órbita. Sin estas rutinas, podrían perder hasta un 20% de masa muscular y ósea en tan solo unos meses en el espacio, lo que haría que su regreso a la Tierra fuera muy complicado.
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Más allá del eructo: otros desafíos digestivos en el espacio
Además de la imposibilidad de eructar, el sistema digestivo en general enfrenta una serie de desafíos en el espacio. El movimiento de los alimentos a través del tracto digestivo, que normalmente es asistido por la gravedad, se vuelve más lento en un entorno de microgravedad. Esto puede causar problemas como hinchazón, estreñimiento y malestar estomacal.
Dicho esto, los astronautas han encontrado formas de adaptarse. La NASA y otras agencias espaciales han trabajado para desarrollar dietas espaciales que sean nutritivas, fáciles de digerir y lo suficientemente sabrosas como para que los astronautas disfruten sus comidas a pesar de las alteraciones en su sentido del gusto. Las comidas en el espacio generalmente vienen en envases especiales que se pueden calentar o rehidratar, y están diseñadas para evitar que las partículas floten en la cabina, lo que podría ser peligroso.
Curiosidades cotidianas del espacio
Vivir en microgravedad también trae consigo una serie de adaptaciones en actividades cotidianas que damos por sentadas en la Tierra. Por ejemplo, dormir en el espacio es un desafío, ya que los astronautas no pueden acostarse como lo harían en una cama tradicional: en lugar de eso, duermen en sacos de dormir sujetos a las paredes de la nave espacial, para evitar flotar mientras duermen. Además, deben cerrar los ojos mientras flotan en completa oscuridad, algo que puede resultar inquietante para aquellos acostumbrados a la estabilidad de una cama.
Otro desafío inesperado es ir al baño. Los sistemas de inodoro en el espacio están diseñados para funcionar con ventiladores y succión, dado que sin gravedad, los desechos no caen de forma natural como en la Tierra. Este es un aspecto de la vida en el espacio que, aunque no se hable mucho, requiere una planificación y tecnología avanzada.
Desafíos humanos más allá de la Tierra
Las adaptaciones que debe hacer el cuerpo humano en la microgravedad son sorprendentes, y algo tan simple como eructar puede convertirse en una experiencia bastante desagradable. Estos pequeños desafíos nos acercan un poco más a la realidad de lo que significa explorar el espacio. Al final del día, estar fuera de la Tierra no es solo una cuestión de tecnología avanzada y grandes logros científicos, sino también de adaptarse a las peculiaridades de vivir en un entorno que desafía las normas básicas de nuestro cuerpo.