Opinión

Retro Reseña: Cocolos y Rockeros

Cocolos y Rockeros
Cocolos y Rockeros

¡Sobrinitos, empezó la clase de Historia de Puerto Rico! Macetaminofén, el mismo que tiene un humor más negro que las tetillas de Kiko Blade, regresa a El Calce, pero esta vez no vengo a hacer una de las reseñas OBJETIVAS que le molestan a las mentes limitadas, ni una de esas columnas que le ponen la presión alta al pequeño Normando Valentín.

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En esta ocasión, -y aprovechando el frenesí que dejó Bad Bunny por todo lo puertorriqueño- quiero que nos vayamos bien pa’ atrás -pa’ los ochenta- y hablemos de “Cocolos y Rockeros”, el documental que les mencioné en mi último escrito sobre el nuevo disco del Conejo.

Cuando yo era chamaquito y me llevaban a La Guancha en Ponce, fui testigo de varias reyertas de rockeros versus raperos, en donde varios jóvenes -ahora Gen Xers- se partían la cara o se daban puñaladas simplemente por diferir en sus gustos musicales. Tengo que confesar que me disfrutaba mucho estos combates, pues no hay nada más divertido que ver reses polarizadas yéndose a la confrontación solo por creer que tienen la verdad absoluta.

En aquel entonces escuchaba a mis familiares decir que antes de la llegada del Rap & Reggae (que en la isla mutó al Underground hasta convertirse en Reggaetón), las peleas eran entre cocolos y rockeros, demostrando que estos últimos eran el grupo problemático. La única vez que vimos a un rockero y a un salsero unir fuerzas fue en “Con lo que cuenta este país”, cuando Cholón se juntó con Bejuco para enfrentar a la leyenda en lycras: Chevy El Ponzoñú.

La cosa es que en los setenta y ochenta surgió la rivalidad de dos grupos, que no solo eran opuestos por un género, sino que estaban divididos por una lucha cultural. “Cocolos y Rockeros” (1992) es un documental que se adentra en un Puerto Rico en el que las clases sociales y las ideologías políticas eran tan marcadas que hasta la música definía a cuál de estos grupos pertenecías.

Este proyecto fue hecho por Ana María García, directora cubano-boricua que además hizo “La operación”, un documental que trataba sobre cómo le daban pastillas anticonceptivas a las hembras boricuas de la montaña para que dejaran de parir, a diferencia de la época actual donde las Plan B las venden en Walgreens y las mujeres coleccionan abortos.

Cocolos y Rockeros” comienza con unos visuales entre un solo de guitarra midiendo fuerzas con un conguero. Rápidamente aparecen un par de nalgas femeninas desfalcadas, y a un cocolo con unos binoculares observándolas con deseo, pues este tipo de hombre solo ahnelaba dos cosas en la vida: bailar en chancletas debajo del sol y embarazar féminas en la parte de atrás de un Toyota 1.8. Las tomas iniciales son en un bembé, y le preguntan a la persona más inteligente del balneario -una niña- cuál era su música favorita; la menor -sin titubear- dice que “es cocola porque es la música de Puerto Rico”, dejando claro que prefiere este ritmo ya que estaba colgá en la clase de inglés.

El documental procede a presentar una serie de personajes, en donde el menos feo se parecía a El Guitarreño, hasta mostrar a una criatura de unos 62 años, quien asegura “no ser cocolo ni rockero”, sino que pertenecía a la “Juventud Cristiana Playera”.

No tengo pruebas, pero ese caballero debió ser el dinosaurio de los señores retroactivos, como esos que hoy día van a El Boricua en Río Piedras a enamorar estudiantas a las que le doblan la edad. También presentan al famoso radio motorizado de X100 (hoy conocida como La X), que iba a diferentes lugares a sonar música que invitaba al sexo sin protección.

Luego pasamos a una práctica de football americano, en donde un grupo de güelebichit*s hablan sobre el rock, su percepción de las diferentes clases sociales y el idioma anglosajón. Entre los chicos, se pueden ver a varios jóvenes estadistas -entre ellos, el escritor Alexis Sebastián Méndez- halagando “el american way” y asegurando que “el rock es la música de gente civilizada”; además, podemos observar futuras periqueras de Guaynabo bailar con el ritmo de REO Speedwagon, una banda satánica que dedicaba todas sus coplas de amor homosexual al señor de las tinieblas.

Durante los visuales y entrevistas de este proyecto, también se cruza un caballero al que la producción decidió no identificar, pero que parece el tío charlatán que cuenta los mejores chistes durante el funeral de la abuela. Es este mismo individuo quien sirve de sociólogo y que -al igual que los ciegos- siempre tiene una sospechosa sonrisa.

En “Cocolos y Rockeros” se percibe claramente el pulseo de “lo de aquí versus lo de allá”, y no temen caricaturizar los extremos porque las ideas recalcitrantes siempre terminan convirtiéndose en un chiste. Tengo que decir que cuando apareció mi compueblano Cheo se me aguaron los ojos (ese man era una pelota de talento y fue el primer Zion Baby), pero poco duró el sentimiento, pues inmediatamente salió José Nogueras con un corte de pelo que era la envidia de una lesbiana pelotera de la época.

Los visuales sobre aquel Puerto Rico son un poema, mostrando a una isla que estaba buscando su identidad entre aferrarse a sus raíces afrocaribeñas o convertirse en una extensión de ese primer mundo que nunca hemos sido. La cultura Hip Hop se cruzó con la salsa, y queda comprobado que en el ADN musical, los cacos son los hijos de los cocolos. Ya mismo les voy a decir más de esa conexión entre la salsa y el reggaetón, pero continuemos con el documental.

Nos percatamos con las expresiones de las rockeras que el inglés y la música americana eran vistos como algo superior para una parte de los puertorriqueños, es por eso que al sol de hoy algunos piensan que comprender “el difícil” es cosa de personas inteligentes, mientras que no dominar las matemáticas es bien aceptado.

Hay que decir que aparecieron boricuas que disfrutaban de los dos ritmos, obviamente, estos chicos luego se convirtieron en miembros del extinto Partido Popular Democrático. Mi personaje favorito fue el chico que mejoró su vida desde que abandonó el rock y se convirtió en cocolo, ya que este afirmó que “dejó los vicios por mantener el carro asicalao”. Me reí mucho con la dupla rockera que se burló de los cocolos en la playa, quienes aseguraron que no se casarían con una cocola “porque no van al ginecólogo” y que “la playa es para los rockeros porque los cocolos solo salen al mar en yolas”, pues no hay nada más gracioso que el clasismo puro y duro.

Cuando hablamos de los años en donde se desarrolla esta historia, la producción tiene un brincoteo más heavy que un Corollita con los esprines corta’os, pero no afecta el ritmo del documental. Incluso, en una parte aparece la banda Whisker Biscuit, que luego se convertiría en la legendaria Puya que llegó a fokin MTV. ¿Se acuerdan de esa agrupación? Si la respuesta es sí, es hora de hacer una cita en el urólogo.

La falta de identidad, los prejuicios y el rechazo hacia la cafrería son algunos de los temas que se tocan, y hay que dejar claro que seis blanquitos no pudieron vencer el frondoso bigote de la estaca donde amarran a los finos caballeros con swing: el señor Gilberto Santa Rosa. También se mencionó sobre el convivir con las diferencias y esta fue mi parte favorita porque el mundo no es blanco o negro, sino con muchos matices color gris.

‘Pérate, iba a hablar del ADN musical entre cocolos y cacos, y cómo los reggaetoneros son los salseros de estos tiempos -no, sobrinitos, esto no empezó con Bad Bunny en “DtMF”, pero será en la próxima ocasión en que les hable sobre este tema, y prometo que tocaremos desde Frankie Ruiz hasta Los Cocorocos en el 2006.

Espero que disfruten este documental y se den cuenta que en este 100 x 35 siempre hemos estado en una constante lucha entre lo de afuera y preservar lo de nosotros.

Cocolos y Rockeros” es una estampa perfecta de ese país adolescente que en el 2025 todavía está buscando definirse. Ah, y cuando te pregunten cómo sabes tanto de historia, no respondas que te lo enseñó tu maestra de Estudios Sociales, cuéntale que “te lo dijo Tío”. 🦍✏️

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