Jarana

Besito Pinta’o: placeres, sabor y diabetes

Macetaminofén viene una vez más a educarnos.

Sobrinitos, llegó el que pone a los cacos a leer, a sus madres a sonreír y a los intelectualoides a temblar. Macetaminofén, el mismo que le vende enemas de café a Normando Valentín haciéndole creer que es Ozempic, una vez más está en El Calce para decir lo que otros no se atreven. Cada vez que abro la laptop, las musas bailan al swing de mi teclado, y por eso mis letras son las más respetadas, pues ningún otro columnista le mete como yo. Son más de quince años sentado en el trono de la Palabra, y todavía no ha nacido otro como el hijo ‘e Miriam. ¡La bendición a Tío y evítate un lío!

Esta semana quiero alejarme del denso y repetitivo tema de las elecciones para hablar del nuevo fenómeno de las redes: Besito Pinta’o. Tengo que aceptar que no sabía quién era esta ser humana, pues al único gordinfluencer comelón que sigo es a Alí Warrington El Viajero Juan Ortega. Ok, si usted no tolera los comentarios sobre gordos, es mejor que salga de aquí porque se va a ofender; y cuando digo esto te hablo a ti, Norwill. Si sigues leyendo, después no te quejes porque -a diferencia del agrimensor que diseña las bufandas de Besito Pinta’o- yo no voy a medir mis palabras.

Besito Pinta’o -o Mar Candelaria Pérez- es una chica que se describe como “activista gorda-foodie”, según la biografía en su Instagram, y cuyo apodo nació tras dejar una huella de grasita cuando besaba en la mejilla a sus amistades. Su contenido trata sobre una chica pícara y jovial que le gusta sonreír mirando directamente al sol, disfruta engullir la comida en grandes cantidades, y viaja por toda la isla junto a su esposo Carlos El Come, quien integra el panel del podcast “Siempre es lunes”.

Hasta ahí todo está bien… excepto que Besito llegó a un peligroso punto en que cuando quiere saber cuántas libras carga su cuerpo, tiene que ir al peaje de Salinas para que le den una certificación de peso de la Autoridad de Carreteras y Transportación. De hecho, cada vez que Besito va a degustar alcapurrias en la costa, el mar se vuelve loco por la atracción gravitacional que ejercen los cuerpos celestes. Tengo que decir que yo prefiero ver mil veces el simpático rostro de esa gordita que huele a pan, que mirar un segundo al aborrecido de Benjamín Torres Gotay, a quien le apesta la cara.

Quizás Mar -quien igual pudo llamarse Sancocho- es la típica foodie que sale a vloguear para que le regalen la comida -como caripeladamente hace el señor José Valiente-, pero lo que más me ha llamado la atención de su repentina fama es que te metes en los comments de sus publicaciones y hay una discusión por su salud, en la que abundan cosas como “sigue siendo tú en tu propia piel”, para dejar claro que los comentarios de las mujeres en la foto de otra fémina siempre son con hipocresía. Hasta leí que le dijeron “tienes la cejas bien lindas” aunque la chica carece de estas, pues cuando tiene mucha hambre se las come.

Pero no vengo a hablar del peso de Besito -quien tiene menos expresiones faciales que un chino con el rostro hinchado-, sino de algo más complejo. Estos días mi buen amigo Exnier me comentó que “Besito era la nueva Lisha”. Me detuve a pensar en sus palabras, pues fue el mismo Exnier que hace meses me dijo que a Lisha la querían porque era como “la Memín de Puerto Rico”. Él tenía razón. Pe Erre siempre ha tenido una extraña afición con algún personaje de turno.

Me consta esto, pues cuando las redes de hoy aún eran monte -yo fui el padrino en las carreras de Raffy Lind, Rodney “La criatura del Internet” (QEPD) y La Vampy… y años después dije “no debí haber hecho eso”. La fama cibernética de estos muchachones fue rápida y ascendente, y así mismo pagaron el precio de “la pauta”. El peor que terminó fue Raffy -quien sí tiene talento-, pues terminó casado con una colombiana, y todos sabemos que esas mujeres son sospechosamente dóciles con los boricuas, ya que piensan que con semen llega la ciudadanía americana.

Nosotros tenemos una relación simbiótica con este tipo de loquitos: estos desajustados lo hacen para saborear el reconocimiento, mientras nos burlamos de ellos y hacemos de su existencia un adictivo reality show. Cuando Lisha Adarquiris apareció en nuestros feed, vi muchas mujeres que admiraban a la vendedora de jugos porque era el ejemplo de una guerrera que sale a trabajar… pero yo lo que noté fue a una muchacha poniendo en riesgo a su hija al exponerla al peligroso tráfico, mientras vendía sus productos con la nena guindá de una teta. Algunas personas -incluyendo a mi mai y a mi hermana- romantizaron la historia de una perturbada solo porque era madre. También sé de personas que se identificaban con la biografía de Lisha porque la mayoría de las hembras se preñan de dementes como Miguel.

Rápidamente la popularidad de esta chica -cuyo rostro podría ser la cara de la revista CAPESTRANO- comenzó a crecer, y atrás quedó el gimmick de esa emprendedora que apuesta la vida de su bebé debajo de un puente en Cayey, sino que la comenzamos a ver en Facebook Lives literalmente orinando frente a sus seguidoras, organizando orgías descontroladas fiestas en AirBnb, relatando storytimes de cuando se cortó el NIE afeitándose, narrando su versión de la ocasión que intentó acuchillar a otra fémina, y pidiendo dinero para poderse comprar un Mercedes 2011.

Cada vez su obsesión con ser aclamada aumentaba, y las Lisha Rangers abonaban a su peligroso vicio. Me daba mucha risa cuando estas luchonas adictas a las fajas se negaban a aceptar que su líder no estaba en sus cabales. Algunas personas menstruantes prefieren la terquedad antes que admitir que no tenían la razón y que estaban idolatrando a la persona equivocada. Una joven Lisha ni siquiera comprendía las leyes, mientras que un montón de viejolas le aplaudían sus locuras sin pensar en las consecuencias.

La Chava del Ocho pagó el precio de la fama de las redes, se buscó muchos líos que intentó traducir en “contenido”, y nadie pensaba que era solo una ignorante chamaca de ventitempranos años que no sabe un carajo de la vida, pero el morbo convirtió sus días en una telenovela para gente que al final no estarían pa’ ella. Le sacaron todo lo que pudieron, la exprimieron, luego la desecharon porque la fama de estos personajes es breve y -al igual que Besito cuando hace la criolla mañanera- apesta bien rápido.

Hemos tenido a Jovani Vázquez -que algunos aún piensan que tendrá una milagrosa redención ignorando el hecho de que está bien crazy pa’l carajo-, el retrasado de Gallo The Producer -quien decidió meterse a boxeador para ajustar sus tornillos sueltos cogiendo puños en la chola- y otros anormales de turno a los que hemos hecho famosos con la excusa de entretenimiento, pero -sin querer queriendo- cometimos una irresponsabilidad porque estamos dándole exposición a personas que no tienen la capacidad emocional ni mucho menos el talento para sostenerlo. Ellos han sido nuestros payasos, les damos likes y views para su deleite, mientras motivamos a otros zánganos a que hagan cualquier mierda para hacerse famosos.

Yo no quiero sonar como la clasista de Mayra Montero ni como el amargado de Héctor DePlaymaker, pero ya es tiempo de parar de hacer “relevantes” a este tipo de gente porque estamos patrocinando el entretenimiento para brutos. Una cosa es ver a “Raymond y sus amigos” pa’ corear los flojos punchlines de Bejuco -en donde hacen humor para personas que pertenecieron a Capítulo Uno en la escuela-, y otra es hacer un sitcom de las falsas vidas de seres que tienen como única meta ser conocidos sin mérito alguno.

Ahora es el turno de Besito Pinta’o, y creo que si con Lisha la cagaron, aquí es más peligroso, pues esa muchacha no creo que llegue a navidades sin que le dé algo porque está bien cebá. Incluso, yo temo que si esta muchacha sigue así puede terminar como la actriz Judith Pizarro, que comenzó midiendo _______ y terminó con _______ por culpa de la diabetes. Bueno, yo soy incensurable, pero mi esposa es mi editora y cuando ella borra líneas en mis escritos, yo me quedo callado porque no quiero escucharla peleando y diciendo “te lo dije” cuando tengo revoluces en las redes.

No pretendo que no apoyen a Besito, pero la verdad es que estamos alcanzando un nuevo nivel de morbo, y que empujar a esta muchacha a los límites no va a terminar bien. Esa chamaca no merece que le rían las gracias, sino que necesita ayuda antes que termine muerta después de degustar una bandeja de empanadillas. Esto es como cuando le das un pesito al tecato: quizás lo haces con la mejor intención, pero estás fomentando el consumo de la droga que va a matarlo.

Hay mucha gente haciendo cosas brutales, tipos súper talentosos como el hijo feo de Rafael José Juan Pablo Díaz, y otros creativos que a veces pasan desapercibidos por la jodía manía que tenemos de hacerle caso a tontos sin ingenio. Coro, díganle a sus hijos que el mundo necesita más médicos, mecánicos, artistas de averdura y gente que vengan a añadirle al mundo lo mejor de ellos, pues ya sobran los influencers que no tienen mucho que aportar más allá que saciar su ego a fuerza de likes.

Iba a cerrar esta columna con una moraleja, pero me acabo de enterar que la nueva novela de las redes es de una chica llamada Krystal Soto, quien hizo pública una relación en donde la cogieron de pendeja… y ahí estamos todos una vez más, pendiente a una ignorante que toma malas decisiones. Nada va a cambiar… nacimos pa’ esta mierda porque somos eternos estudiantes de Capítulo Uno. 🦍✏️

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