Macetaminofén, el mismo que tuvo que regresar de “la cancelación” para salvar la profesión del columnista, una vez más llega a El Calce como ese noble tío que te ofrece el primer shot de pitorro y te aconseja a que te bebas la pasa en el fondo de la botella.
Corillo, mis colegas de otros medios creen que derramar una verborrea vacía -y con una opinión más blandita que las carnes de Finito- es escribir una columna… se equivocan. Esto no se trata de likes, de shares ni de na’ de eso, esto se trata de escribir sin miedo… pero esta gente no tiene los 🥚🥚 y por eso es que yo estoy aquí. Estoy loco por guayar con alguien en la letra, pero en verdad en esta liga 🏀 no to’ el mundo se mete, así que vamo’a lo que vinimos, papeh. ¡La bendición a Tío y evítate un lío!
Y ya que hablamos de competencia, llegaron las Justas, bebeses… la mayoría de los columnistas no saben de este tema porque siempre fueron unos totones durante sus años universitarios, pero aquí estamos los que nos mojamos los tenis con caldo de cerveza, vómito y orines. Vamos, pues, a hablar de las Justas de los tiempos de antes… mera, si tienes menos de treinta años, vete a otro de nuestros artículos porque no vas a entender nada.
Amigos, quiero que cierren los ojos y se remonten a las Justas de hace veinte años, vámonos bien pa’ atrás… yo solo espero que el algoritmo no se ponga a joder con nosotros y me llene esto con anuncios de Jay Fonsi vendiéndonos planes médicos o con Alexandra Fuentes invitándonos a un 3K de “Las patitas calientes de Plaza”. Antes que todo, hay que dejar claro que este sabroso degenere no se lo inventaron en mi época, sino que lo hicieron los señores que ahora se pasan peleando en el page de Jugando Pelota Dura en Facebook. Me explico: una vez el abuelo de mi hija me contó que para sus tiempos tenía que ir en pon de Ponce a San Juan… y virar de la misma forma. ¿Cuál era su plan b si no conseguían pon? Buscar en el piso una peseta para usar un teléfono público y llamar a su casa. ¿Ustedes saben lo que es tener tantas ganas de ir a joder para hacer eso? De hecho, esa generación son los mismos que hacen el Camino de Santiago porque nacieron para la aventura. Así que los boomers no la tuvieron tan fácil pa’ ir a joder, a diferencia de mis tiempos, pero los míos fueron mejores y les diré el porqué.
Ok, coro, era la primavera del 2004, el disco “El sobreviviente” de Wisin estaba sonando por to’a la brea (♫Wisin, píllalos, mátalos, desenmascáralos♫), y cuando llegaba la fecha del field day de los universitarios, Ponce se convertía en el Coachella de los pobres; el casco urbano de “el París de PeErre” era el epicentro de la joda, en donde miles y miles de jóvenes irían a perrear llenos de sudor, a consumir cualquier bebida que tuviera alcohol, y fumar marihuana sin pensar en el mañana; en fin, a tener el mejor momento de sus vidas.
Yo tenía veintiún años, trabajaba en Pueblo al la’o de Plaza del Caribe, y desde el martes -sí, el martes porque Algarete tocaba pa’ esos días en la pizzería Monte Carlo- veía que llegaba gente de todos los municipios, compraban ron, lavaban sus partes íntimas en el lavamanos del supermercado, y meaban en el parking sin temor a nada. Era una semana dura en la chamba, pero el ambiente era de fiesta con las promotoras de cervezas caminando por las góndolas, el aroma a ron con yerba de los clientes, y el feeling de vacilón irresponsable que amamos todos los seres humanos… aún a esta edad, ustedes saben que adoran eso, aunque lo nieguen haciéndose los adultos serios y responsables.
De jueves a sábado, Ponce se prendía de una forma en que aquello parecía Las Vegas, pero con gente de tez más humilde que la de los mexicanos que odian a Maripily. Las competencias entre universidades no eran importantes para nosotros, que solo queríamos bailar al son de una masa que no caminaba, sino que se desplazaba por toda la calle Isabel, a la misma vez que cerraban sus ojos borrachos con Yaviah sonando “La makina” en medio de ese mar de gente.
Ir a las tarimas era la verdadera misión, con todo ese caliente gentío en el que se podía sentir un vapor infernal. Ni hablar de intentar pasar frente a Lupitas. ¿Cómo nos hidratábamos? Con limoncillo en el camel pack, y sobrevivimos la nota con el verdadero maná que nos regaló Dios: la pizza de guagüita.
Las cervezas llovían, las botellas de ron volaban, los filis los pasaban de lado a lado como si fuera una comuna hippie, y uno sentía que el mundo estaría mejor con los jóvenes, porque éramos nosotros -el futuro en formación- que podíamos comportarnos sin caer en las luchas estériles de los adultos que solo quieren imponer su criterio. Este degenere seguía hasta el domingo en Guánica, donde una vez vi a OG Black a las seis de la mañana sirviéndose un trago con una sonrisa. Bailamos todo lo que pudimos, le metimos con candela -como nos dijo Yankee-, juramos que seríamos la generación que salvaría este país… y sin darnos cuenta, el tiempo nos hizo lo que le hace a todas las personas: cansarnos.
Llegué a conocer a hermanos que nunca supe su nombre, tener besos furtivos con estudiantas a las que no les pedí su número de teléfono, beber sin mesura con un corillo que sacó una bota con tequila, y hacer falsas promesas de que nos encontraríamos después de las Justas pa’ seguir vacilando. Ese dos mil cuatro el sol nos sacó el de’o la mañana del domingo en Playa Santa, y de camino al carro -atravesando el desierto de la carretera 325- un policía me dio la oportunidad de ponerme los pantalones, pues estaba en calzoncillos, dejándome llevar por los impulsos de un borracho.
Como todo un doño puedo decir que las Justas de esa fecha nunca volvieron a ser las mismas. Sí, yo sé que la nostalgia suele engañar a las personas haciéndoles creer que antes todo fue mejor, pero tengo un dato bien importante que decirle: en aquel entonces los celulares tenían unas mierdas de cámaras, no existía MySpace, y nadie documentaba el jangueo, así que podías hacer el ridículo que te diera la gana, bailar con quien sea como si fuera el último día de tu vida, y la dopamina estaba en high en unos tiempos donde el perico no estaba normalizado… como ahora. Cabrones, aquello era La Purga del Perreo… antes que existiera el “perreo combativo” fuimos nosotros los que perreamos frente a la catedral. A causa de nosotros es que ahora existen adolescentes y adultos jóvenes, porque perreamos tan feo-feo, que aquello terminó en sexo irresponsable, no como ahora en que los chamacos tienen miedo a preñar… bacalados.
Las Justas de los dosmiles siempre serán las mejores -y esto no es una nota del corazón, es un ‘fact’- porque en aquellos tiempos el género urbano se estaba consolidando (luego supimos que ese año fue uno de los de la época de oro del reggaetón), las bandas de rock estaban haciendo lo suyo, y los millenials geriátricos abrían la puerta de un nuevo mundo más inclusivo… ajá, fuimos noJotros, pero los nenes de ahora se creen que ellos se inventaron la rueda.
Con los años las Justas se movieron pa’ Maya, el tiempo pasó, nuevos universitarios llegaron, y La Vida continuó. Cuando esta fecha se acerca, todos los años veo mi Facebook y leo cuando la gente de mi edad pelea con los chamaquitos por artistas desconocidos por el público 34+, e intentando hacerlos comprender que nuestras Justas eran mejores, pero estoy seguro que ellos nunca lo van a entender. Esta es la gente que escucha trap para menear la cabeza, no saben moverse de la cintura pa’ abajo… nosotros éramos acción pélvica, ellos son la Generación Varilla.
Las Justas de los dosmiles eran una locura… eran el Woodstock caribeño… ¿No sabes qué fue Woodstock? ¿Cuántas veces te tengo que decir que te salgas pa’l ca’ de aquí? Lo más que extraño de esa época es que por varios días todos éramos hermanos, pero crecimos y ahora tenemos las mismas divisiones pendejas que pensamos que nunca tendríamos. El tiempo ha pasado, miro pa’l chamaquito gondolero que era… y no deja de dar añoranza sobre esos días en que Wisin dijo “♫Mami, ven y trépate en el caballito. ¿Quién tú eres? TU BIZCOCHITO♫”, mientras una multitud le hacía coro, sin saber que estábamos siendo parte de la historia.
Bebeses -y me refiero a los menores de 23 años-, si llegaron hasta aquí y van pa’ las Justas, con la sabiduría que dan las canas quiero que jodan todo lo que puedan como si fuera el último weekend del mundo. Háganle caso a Tío, eso sí, nunca se metan nada por la nariz, y si eres mujer, no les cojas tragos a extraños por amor a Cristo. A mis contemporáneos, solo quiero que sepan que nosotros fuimos la última generación que la pasó cabrón… sin redes, sin documentar un carajo y sin influencers, pero lo que vivimos nadie nos lo quita. Ahora le damos consejos a los jóvenes, pero no saben que nosotros éramos mucho peor que ellos… oye, ¿ustedes creen que ellos son medios bobolones? ¡Yo sí! ¡Jaaaaaaaa!
Amiguitos, nos vemos en par de días, creo que pa’l próximo escrito se la dejo caer a Jay Fonseca… solo por diversión, ya que Josué fue otro totón que no fue a las Justas. ¿Qué creen? Ah, y recuerden que tengo mis libros en Amazon pa’ que se pongan a leer la literatura que no aburre.🦍😉
PD: si eres un doño metío en las Justas, hazte un favor y sal de allí, chico. No le jodas el jangueo a esos chamaquitos con tu presencia. Viejo retroactivo.