No estamos en el medioevo, pero todavía se conquistan territorios a caballo…
Como si se tratara de un saldo de cuenta histórico, los jibaritos puertorriqueños que andan abriéndose camino en la Florida han comenzado la revolución criolla en el estado sureño. Sobre los lomos de hermosos corceles, los jinetes templarios de la colonia andan reproduciendo el pánico entre la gente civilizada que superó los tiempos de la barbarie pimpiando automóviles antiguos.
¡Se trata de la venganza de Guánica!
Las cabalgatas, fenómeno que define la grandeza de un buen criollo con limitado sentido de civilización, han comenzado a infectar las calles floridianas y son muchos los que temen por sus vidas.
La longeva tradición nacional, en la que buenos samaritanos puertorriqueños comparten su amor por los equinos al son de rancheras de Vicente Fernández y trovas de Anuel AA, ya ha trascendido los chinchorros de Juncos, Las Piedras, Río Grande, Luquillo, Morovis, Juana Díaz, Cidra y Jayuya.
En pleno siglo 21, los puertorriqueños comenzamos a campear por nuestro respeto en la tierra del Tío Sam, porque —como lo sostuvo nuestro HONORABLE gobernador, Rosselló Nevares— “la lucha por la estadidad es una de derechos civiles”.
