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Ricky Bones y Roberto Hernández dieron la receta para otro Dream Team

La Serie del Caribe regresó al Estadio Hiram Bithorn y, una vez más, está latente la esperanza de que Puerto Rico se corone en suelo nacional por primera vez desde la edición de 1995, cuando los Senadores de San Juan, con su equipo de ensueño, le repartieron pasta y queso a la región.

Los Cangrejeros de Santurce, sin embargo, no ganan el clásico caribeño desde el 2000, cuando Mako Oliveras estuvo en los controles allá en la República Dominicana. Pero eso es lo de menos a la hora de pensar en posibilidades para esta serie, dedicada, además, a aquel Dream Team que puso a gozar tanto a Puerto Rico en tiempos de huelga en las Grandes Ligas.

Para Ricky Bones, por ejemplo, haber sido parte de aquella gloriosa novena fue como jugar en una Serie Mundial. Dice que en ese evento se jugó con el corazón y con una dedicación que hizo posible algo que no se ha vuelto a repetir.

“Si ves los resultados, hay dos Hall Of Fame (Roberto Alomar y Edgar Martínez), teníamos como diez peloteros que jugaron más de diez años [en las Grandes Ligas] y como cinco que fueron All Stars. Eso va a ser difícil de repetir”, sostiene.

Bones afirma que el Dream Team de 1995 es el mejor equipo en el que jugó. Cuando se le pregunta sobre lo que hace falta para volver a aquel nivel del ayer, el coach de bullpen de los Mets de Nueva York respira profundo y ríe.

“Fue el mejor equipo. Balance en el bateo, en el picheo, en la defenza y el conocimiento del béisbol. Es el mejor equipo en el que participé en mi vida”, le dice a El Calce en un pasillo del Estadio Hiram Bithorn. La receta de aquel éxito también es parte del orgullo de ahora.

No obstante, queda espacio para un poco más de reflexión, por supuesto. Se pone serio, coge un poco de aire y baja con recta, como en sus buenos tiempos en el montículo.

“Hace falta dedicación y esmero. Hay que hacer esto [ser pelotero] con el corazón. Esto no se hace pensando a dónde vas a llegar, sino concentrándose en el proceso, en la preparación sin pensar en la meta. Hay que sacrificar las cosas que no convienen para poder crecer”, señala.

Bones sostiene, asimismo, que había algo muy particular en aquella constelación de estrellas boricuas. Habla de la humildad dentro y fuera del juego, así como de la inteligencia y la maña. También habla de la compenetración, de lo que era ser una familia en un equipo de pelota conformado por profesionales de alto nivel.

Finalmente, Bones adelantó que se ve regresando de coach de picheo muy pronto.

“Me veo como pitching coach de Grandes Ligas, pero en este momento concentrado en ayudar y desarrollar en el bullpen de los Mets”, indicó, afirmando, igualmente, que fue un duro golpe la baja de Carlos Beltrán, quien se despidió de su puesto de dirigente sin dirigir un partido.

Por su parte, otro de los brazos legendarios de Puerto Rico, Roberto Hernández, coincide con Bones en esa idea de que la Serie del Caribe de 1995 fue la Serie Mundial de Grandes Ligas que nunca jugó. Hernández, que estuvo activo en las Mayores por 17 temporadas y que finalizó su carrera con 326 rescates, dice que lo más que extraña es la imagen del parque explota’o de gente.

“Y los peloteros, que todos nos llevábamos, era como jugar en los parques de aquí de Puerto Rico. Jugábamos relax, con una pasión, con un amor… [respira profundo] para poner a Puerto Rico en alto”.

Para Hernández, aquel equipo del 1995 también fue el mejor conjunto en el que jugó. Él lo explica en arroz y habichuelas, y le pone unos tostoncitos por el lado.

“Cuando tú tienes un equipo con dos tipos que entran al Salón de la Fama (Roberto Alomar y Edgar Martínez), a Bernie Williams —que ganó sus anillos con los Yankees—, a Carlos Delgado, Carmelo Martínez, Carlos Baerga, Rey Sánchez, “El Indio” Sierra, Igor González y más… O sea, creo que jamás vamos a volver a ver eso”, asegura.

“Para repetir eso [del 1995] los peloteros que están jugando Grandes Ligas tienen que jugar acá también. Nuestra generación tuvo la dicha de que estábamos en huelga, pero en esa época los peloteros de Grandes Ligas todavía jugaban en la invernal. Quizás no jugaban toda la temporada, pero venían y decían presente. Hay que esperar que esta generación haga lo mismo”, sentenció.

 

 

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