Básquet

José Aníbal Carrión: “La tecnología ha hecho que el trabajo del árbitro cambie”

Hablamos con el único árbitro puertorriqueño que ha pitado tres olimpiadas

José Aníbal Carrión comenzó como árbitro de baloncesto por circunstancias de la vida, luego que Paquito Rodríguez le despertara la pasión cuando le regaló un libro de reglas en séptimo grado. Originalmente, José Aníbal quería ser cura. Eso era lo que le gustaba cuando estudiaba en el Colegio El Pilar, en Canóvanas.

De hecho, según dicen los que saben, de chamaquito, este arbitro con 30 años de experiencia, demostraba sus habilidades arbitrando las batallas de los que imitaban a Carlitos Colón y a Abdullah “The Butcher” en las calles de Luquillo.

De muchacho, José Aníbal quería ser arbitro en todos los deportes. Ahora, es una leyenda de las tablas que ha pitado cuatro mundiales (dos de adultos y dos juveniles) y el único árbitro puertorriqueño con participación en tres olimpiadas. A continuación, la conversación que sostuvo Metro con este veterano del arbitraje boricua.

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Como árbitro con 30 años de experiencia, ¿cómo defines “arbitraje”?

Arbitraje es la capacidad de darle la oportunidad a dos equipos de ganar el juego dentro de las reglas, aplicando justicia, siendo comunicador y manejando las emociones de los participantes.

Los retos en la cancha desde la perspectiva del árbitro…

Tú tienes que tratar de manejar el juego sin poner en riesgo tu rol. En una noche buena, el mejor jugador no llega al 60%. En una noche mala, el peor árbitro no baja de 70% [de efectividad en su gestión]. El árbitro, como los jugadores, no pueden ser perfectos, ni vamos a ser perfectos. El buen árbitro es aquel que sabe manejar las emociones personales e individuales. Tú puedes ser el mejor árbitro, pero si tú no eres capaz de comunicarte con los coaches y los jugadores estás frito. Eso me ha ayudado a mí aquí en Puerto Rico y a nivel internacional.

Por ejemplo, le dije a uno los otros días: “tú tienes un corazón más grande que esta cancha, el problema es que cuando las cosas no salen como tú quieres, usas tu energía para meterme en problemas a mí y a otros”. Es cuestión de relaciones. Hay jugadores con los que no se puede hablar, porque no importa lo que se haga, yo, en calidad de árbitro, voy a estar mal. Pero cada equipo tiene líderes.

En mis diez años pitando a nivel internacional, tuve la dicha de pitar la edad dorada del baloncesto argentino, lidiando con Ginobili, con Prigioni, con Nocioni, con Oberto y René Sánchez, para que tengas una idea. Esos jugadores argentinos, que de por sí son explosivos, traen consigo la habilidad del flop, que culturalmente es una tendencia en el fútbol, son actores en el campo.

Y con ese equipo de Argentina, Oberto era el canalizador, el hombre con el que yo comunicaba, no necesariamente con Scola o Ginobili, que en su momento eran los capitanes, sino con Oberto. En cada equipo del BSN también tengo la confianza de al menos un jugador líder con el que se puede llevar el mensaje. La disciplina no es negociable, pero si tienes ese jugador con el que puedes llevar el mensaje, se facilita el trabajo.

En estos tiempos donde reina la tecnología, ¿cómo ves el baloncesto y el arbitraje?

La tecnología ha hecho que el trabajo del árbitro cambie. Ahora cualquier persona tiene el video, lo sube a las redes sociales y llueven las conclusiones. Eso afecta totalmente nuestro trabajo, porque lo que hacemos nosotros depende de posicionamientos. Si no estamos en la posición correcta, las posibilidades de error incrementan. Mientras, la persona de la cámara puede que tenga la posición correcta. Ahí el reto de la toma de decisiones en milésimas de segundos.

Una cosa importante es que no tenemos la oportunidad que hay en la televisión de ver la jugada dos y tres veces en cámara lenta. Recientemente, me escribieron luego de un juego preguntándome por qué estuve cuatro minutos revisando una jugada en el monitor. Y bueno, fue porque estuve pidiendo los ángulos que tiraron por la televisión, pero nunca llegaron. Cuando uno va al monitor te exigen que sea un proceso rápido, pero esto [el BSN] no es la NBA, que te ponen nueve ángulos distintos en el monitor, o como lo tenemos en colegial con el sistema DVSports, que nos da hasta cuatro ángulos de cada jugada tan pronto se pita. Aquí no, aquí uno llega a la mesa y hay que pedir cámara uno, cámara dos y cámara tres.

El público se cree que porque tenemos tecnología nuestro trabajo tiene o va a ser perfecto, y no. Hay muchas jugadas que nosotros sabemos que la cámara nos puede ayudar, pero por regla no la podemos usar.

En ese sentido, y partiendo de esa premisa de que el mal manejo de la tecnología se ha convertido en enemigo del arbitraje, ¿qué se hace para manejar eso desde el rol de árbitro?

En Estados Unidos todos los juegos son grabados. Nosotros llevamos un iPad y al final tenemos el juego repartido por jugadas, entre 180 y 225 jugadas. Nosotros analizamos esas jugadas y hay ocasiones que uno falla, jugadas que toca manejar. En el caso de Puerto Rico, la administración que está ahora, por los pasados cuatro o cinco años, se ha enfocado en las reuniones de los sábados, además de discutir los temas, analizar las jugadas que pasan en la semana en las transmisiones de televisión. A veces estamos horas analizando esas jugadas, no para identificar solamente los errores, sino para ver cómo se trabajó esa jugada y para establecer tendencias. ¿Cómo fallamos, por qué fallamos y cómo vamos a mejorar? Esa es la línea. Posiblemente, ahora mismo la parte más fácil del trabajo del árbitro son las dos horas en la cancha.

La clave es arbitrar donde no está la bola, porque cuando fallamos los árbitros, muchas veces es por estar enfocados en la bola. Hay que desarrollar esa destreza. En un juego hay diez jugadores en cancha y solo uno tiene la bola. Y en una cancha de diez mil personas, hay diez mil personas mirando al que tiene la bola.

¿En qué etapa está el baloncesto puertorriqueño, desde la perspectiva de un árbitro con tu historial?

Yo soy lo que soy por las experiencias que he vivido en el BSN. El taller y las vivencias en el BSN, ha sido lo que me ha formado para manejar situaciones a nivel internacional y en los Estados Unidos a nivel colegial y cuando estuve en el programa de la NBA. Las cosas que he pasado en el BSN (ríe) me han permitido resolver situaciones a nivel internacional casi de inmediato. Eso es lo primero.

Lo segundo, la brecha de las reglas se ha cerrado y el baloncesto se ha homogeneizado. Puerto Rico, con tres millones de habitantes, siempre ha sido lo mejor de lo mejor, tanto en arbitraje como con sus jugadores. Ahí esta la historia. Ahora mismo, estamos en un proceso de regeneración.

¿Cómo ves tu trabajo a través de los años?

Como una gran bendición. Obtuve mi licencia en 1989 y en dos años llegué a la liga de Baloncesto Superior Nacional. A nivel internacional comencé en el 2003, en el mundial sub 19 en Grecia. Luego, en el 2004, estuve en las Olimpiadas de Atenas. En el 2005 estuve en el sub 22 de Argentina, en el 2006 fui al mundial de Japón, en el 2007 pité en el preolímpico de Las vegas, en el 2008 estuve en las Olimpiadas de Beijing, en el 2009 me tocó el preolímpico de Argentina, en 2010 el mundial de Turquía, en 2011 el premundial aquí en Puerto Rico y en 2012 las Olimpiadas de Londres. Ha sido increíble.

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