Como fanático del deporte he tenido 2 experiencias “sobrenaturales” con atletas puertorriqueños. Esta es una de ellas…
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Esta anécdota estimo sucedió hace unos 20 años. Para esa fecha ya habíamos superado emocionalmente la derrota que tuvo Felix ‘Tito’ Trinidad ante Bernard Hopkins. Yo trabajaba en un centro comercial en el área de Guaynabo City a $5.15 la hora y peleaba porque me dieran uno que otro domingo para cuadrar el mes… ¡qué tiempos aquellos! (maldita reforma laboral).
Llego un sábado al trabajo y me entero que Tito estaría firmando autógrafos frente a la tienda, pues promocionaba un producto de una revista donde llegaban a tu hogar para tratar de convencerte que necesitabas de sus artículos. “¡Wow! El ídolo tan cerca. Hoy es mi día” pensé.
De repente se escucha una gritería. Ese fue el ‘queu’ de que llegó el manda más de Cupey Alto. “Ahora es, tengo que ir pa’ allá”. Miro para todos lados, no veo la supervisora cerca, así que salgo para tratar de conseguir una firma, vamos, un saludo aunque sea. Pongo un pie afuera y choco con la realidad… no sería nada fácil llegar al campeón del pueblo. La fila era kilométrica. Regreso a la tienda diciéndole a la vida de mi desengaño, como lo aprendí de Roberto Rohena y Adalberto Santiago.
Al parecer mi frustración fue tan evidente, además de que me ‘mangaron en la pifia’, que mis compañeras de trabajo me preguntaron qué trataba de hacer. Luego de explicar y vender mi caso, pude lograr que entendieran que esto podía ser una oportunidad única en mi vida. Logré que el objetivo pasara de lo individual a lo colectivo. Se unieron a la misión. Hasta un compañero, que tenía una cámara “pro” ese día en la tienda (siempre me pregunté por qué llevar una cámara al trabajo, pero pues, la llevó), se ofreció a ser el arquitecto de plasmar y dejar en evidencia el momento, si lo lograba, de saludar a Tito Trinidad.
Así que sigo con el entra y sale de la tienda. Cada vez que tenía la oportunidad, salía para ver como estaba la fila. ¡NO BAJABA! “No puede ser” me repetía una y otra vez. Pero luego de poco más de 2 horas, me asomo y veo que ya la fila estaba terminando. Le aviso a mi compañero para que me acompañe y cámara en mano, salimos con el objetivo en la mira. Mientras más me acercaba a la tarima donde estaba Tito, más rápido latía mi corazón. Doy un paso firme para subir el primer escalón. “Aquí nadie me detiene”. Pero… de la nada sale una persona de seguridad e interrumpe mi marcha, colocando su brazo frente a mi, como si estuviera tratando de colarme en Lazer con una ID falsa. “¿Para dónde vas?” me dice. Eeeehhhh… es obvio, ¿no? me hubiese gustado contestarle al individuo que me llevaba como 5 pulgadas de estatura y fácil, 75 libras en masa muscular, pero simplemente le dije que quería una foto con Tito, tú sabes, bajito. Dice que ya se terminó la actividad y que cuando el campeón termine con las últimas personas que estaban en la fila, se iba. ¡NOOOOOOOOOO! ¡Vida, qué más quieres de mí! No podía ser, tan cerca y tan lejos. Pero aquí es que emana la grandeza del paladín boricua. Sucede algo sobrenatural… algo increíble.
Tito, desde la tarima, le pregunta al de seguridad qué está pasando. Cuando le explica que es que quiero una foto pero ya se había acabado el tiempo, el campeón boricua le dice: “¿pero tú no has visto a ese muchacho que lleva rato asomándose, pendiente a mi?”. ¡¡¡¡JUAAAAAAAAAAAT!!!! ¿Cómo fue posible que Tito, con todas las personas que lo estaban rodeando y esperando, se percató de mi misión? ¡Es humano!
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Tito termina con la última persona de la fila, se levanta y se acerca. Después de llevar un par de horas atendiendo a la gente, que él tuviera la paciencia y jovialidad para tomarse la foto conmigo lo elevó al campo de los dioses, bueno, al menos para mi. Compartimos unas palabras, tiró un par de puños al aire y continuó su marcha. Regreso con los brazos en alto, victorioso a la tienda y me reciben como cuando Tito paralizaba la Baldorioty. Pero… tengo que ponerme a trabajar para compensar el tiempo y la comisión que perdí.
Félix ‘Tito’ Trinidad es y será el eterno campeón del pueblo. Simplemente el “más mejol”.