Contexto

Todos son lo mismo: los clichés de los políticos boricuas

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Es año eleccionario y nuestros chulampios políticos saben que el boricua no lee un ca’ las “ideas” (algunas recicladas de otro panita o mucho bla, bla, bla para rellenar) que ellos ponen en papel.

Claro, el puertorriqueño no va a aceptar que no le echa un ojo a la plataforma, y prefieren repetir como papagayo lo que dice el coqueto (y siempre vestido de negro como el chango) Jay Fonseca y otros analistas, para lucir como que conocen alguito de los problemas que nos arropan. Pero los que corren para puestos en el gobierno saben más que eso, es por eso que no cambian la estrategia de conseguir votos, y cada cuatro años los vemos haciendo estas cosas.

7. Dicen que estudiaron en escuela pública

En la política de Puerto Rico, están los comemierdas que ni botándolos se acaban. Para jugar con la imagen de “tipos de pueblo”, dicen que estudiaron en escuela pública, aunque seguramente solo estuvieron uno o dos añitos en grados primarios. El político -casi con lágrimas en los ojos- cuenta que “conoce el dolor y sacrificio” de los maestros, que tiene algún familiar que es docente (porque hubo una época que en TODAS las familias había una maestra o enfermera) y que sabe lo que caminar millas para ir a educarse como los niños de alguna escuela llamada Segunda Unidad Vicente “Chente” Ydrach en el inhóspito Morovis.

Estos muchachones creen que al decir que “son de pública”, automáticamente son humildes, como si la humildad fuera una cualidad que se compra con las empanadillas de pizza y el icee en la tiendita frente a la escuela. Lo curioso es que ninguno mete a sus hijos en la pública, aunque se vayan de boca diciendo que el sistema funciona.

6. Hablan con gente un par de minutitos y dicen que entienden sus problemas

Puerto Rico tiene 78 municipios (aunque todos sabemos que Guayama no cuenta), y un fracatán de urbanizaciones clase medieras, barrios y barriadas. Sacar tiempo para hablar con todas las doñas del país no es fácil, así que el político va, saluda, le da un beso a doña Chela en la cabeza, le pregunta por la familia, disimulan escuchar los problemas de la comunidad (que pueden ir desde que cuando llueve se inunda y sale la caca por la cuneta, hasta que hay un tipo violando gallinas y robando panties); y ponen cara de tierno prócer, que a pesar de codearse con la aristocracia de lunes a viernes, entiende lo que vive un &#39cara sucia&#39 en el sector “Montones abajo” de Ciales.

Siempre estará su equipo atrás tirando fotos pa’l Feis, y apuntando uno que otro nombre de los doños, porque si ganan lo usarán en algún discurso para apelar al sentimiento. ¿Recuerdan cuando Luis Fortuño usó a un tal Agustín, de Peñuelas, y el tipo resultó ser un pedófilo? Wao, Papo.

5. Muestran a su familia perfecta

En esta isla, los divorcios y los matrimonios que no se soportan son la orden del día. Claro, no todos aceptarán que su matrimonio está chava’o porque quieren aparentar, pero si eso no fuera así, nuestros moteles no se pasaran empaqueta’os de chillos que dan rienda suelta a sus placeres y chupaera de torsos. Anyway, los políticos creen que al mostrar la “familia perfecta”, el pueblo piensa que el tipo es un gran administrador, hombre de familia, y casi escogido por Dios para liderar un país.

Una foto no puede decir si un varón o mujer es un buen papá o mamá, porque los dientes blanquitos y la sonrisa perfecta no son reflejo de lo que habita en el corazón. Ponen a la familia para ablandar corazones como si fueran habichuelas; y así mismo se descartan candidatos que no creen en el matrimonio, no quieren tener hijos, y que piensan que la vida sentimental de una persona no tiene nada que ver con sus ejecutorias.

4. Dicen que son “lo nuevo”, pero cargan mentalidades del pasado

 

Los políticos SIEMPRE dirán que son lo nuevo… aunque se codeen y asesoren con un montón de doños corruptos, que han fracasado y que se sabe de qué pata cojean. Es una chulería escucharlos decir que “vienen con nuevos estilos”, pero a la primera que alguien difiere de ellos, son capaces de acusarte de penepé, popular, socialista de cartón, pitiyankee o colonizado. El político “nuevo” pretende que no sé le interrogue o cuestione lo que hace, y cuando se ven contra la pared, sacan el Santini histérico que todos llevan adentro.

3. Todos “disfrutan” bailar

¡Silencio! Deja que hablen el dembow

Nuestros gobernadores y legisladores son locos con la salsa, el merengue, el reguetón, la bachata, la bomba, la plena y el doble paso, aunque en su vida hayan pisado “El balcón del zumbador” ni se hayan da’o la Medalla en “El bonanza”. Para ellos es sumamente fácil y nítido pararte ante cientos de personas y mover las nalgas con la misma cadencia que Don Omar baila Danza Kuduro… ¡seguro que sí! ¿Qué tiene que ver esto con lo que proponen? No sabemos, pero cómo se goza en esta isla tropical. ¡Muévelo!

Ver: Los políticos aman el reguetón: 5 momentos que lo confirman

2. Dicen que vienen de cuna humilde y que se han faja’o en la vida

Olvídense los gabanes, las guaguas con los biombos azules que rompen el tapón, la francachela, las croquetas y el queso manchego. Cuando estos pichones están en época de elecciones, ellos comen en “El obrero”, le meten sólido a las tripletas de “El Churry” y básicamente le echan mayoketchup hasta al revoltillo.

En la cacería de votos, estas mágicas criaturas te contarán que vienen de campo (con los Salvatore Ferragamo que se ve que han pisa’o mierda de conejo en el batey como es, ¡claro que sí!), que el abuelo (que era manco, padecía de lepra y no sabía leer ni escribir) mataba tres gallinas todos los días para alimentar a una familia de 19 personas, y que sabe de primera mano lo que es sudar en la guagua pública. El político también te dirá dirá que conoce la brea, que era un duro jugando en la cancha del caserío, y que tuvo tres trabajos a la vez mientras hacía el bachillerato. Al terminar de escucharlos, uno jura que estos muchachos son el sacrificio encarnado. Curiosamente, al ganar la bichería y comemierdería vuelve a arroparlos.

  1. Salen en El Guitarreño

En mi isla bella, los políticos tienen que ir a un segmento donde los ponen a bailar y a hacer el ridículo si quieren que el pueblo los reconozca. El boricua disfruta el vacilón y “pasar el macho”, y al ver algunos zánganos humillándose por el reconocimiento, siguen patrocinando este tipo de programas.

El personaje de Alfonso Alemán no es el problema, sino que el problema es que al votar pesa más viendo a estos bobolones bailando “La cafetera” o “El hot dog” de Toño Rosario, que escuchando sus planteamientos. El efecto del Guitarreño es tan poderoso que un popular puede decir que “el ELA no ha muerto” o un penepé decir que “los estadounidenses nos esperan con los brazos abiertos”, y luego todo eso queda en nada al verlos intentar tocar el piso con las nalgas mientras bailan “El kulikitaka”.

Lamentablemente, todas estas cosas clichosas que hacen los políticos les funcionan. Nuestro país está en un momento dificilísimo, nuestros hermanos siguen emigrando, no hay trabajo, sube la luz y el agua, y guiar en una carretera por 5 minutos y que no hayan hoyos es imposible. Estos son solo algunos de nuestros problemas desde hace mucho tiempo… pero seguimos haciendo lo mismo.

¿Están listos para esa “gran fiesta de la democracia” en noviembre?

Continuará…

Ver: Las frases favoritas de los políticos boricuas y sus significados

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