Comentario

Tengo un papá que se lo echo a cualquiera

 

Por: La Karla Figueroa

Hace tiempo que me cansé de escribir columnas peleando con la gente y con el mundo. Puede ser que estoy madurando. Quizás me di por vencida porque me di cuenta de que tirarle odio a nuestros rampantes políticos o personalidades de la farándula no cambia nada. O, a lo mejor, estoy más “chilling” que hace un año y no tengo ganas de sentarme a destilar odio.

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Hoy es día de los padres, y, mientras comía en mi carro (porque aunque no tengo ganas de escribir odio, llevo días depresiva así que no quería comer alrededor de otras personas), me puse a pensar que soy algo afortunada. No tengo el mejor papá del mundo, pero tengo un papá que se lo echo a cualquiera.

Recientemente (sí, les juro que recientemente), me di cuenta de que soy dichosa por el simple hecho de haber crecido junto a mi papá. Me di cuenta de que la mayoría de mis panas no tienen ni relación con los suyo. Comprobé que tener a mi papá bajo el mismo techo que mi mamá no es la norma, sino la excepción.

Este día lo he usado para darme cuenta de que debo ser agraciada de tener a un tipo que me “baquea” cuando lo entiende correcto y que (sin hablar mucho) me resuelve todo lo que está en sus manos.

Mientras estaba sentada en el carro (convenciéndome de entrar a trabajar) entendí que lo que soy como profesional se lo debo a ese señor que se levanta a trabajar cuando todavía el sol no ha salido. En honor a la verdad, si no fuera por su presencia, de seguro tuviera algún trabajo bien fácil (todavía me acuerdo cuando en el 2008 le dije que no iba a estudiar), me esforzaría menos y me pasaría la vida comiendo y viendo televisión. Pero no puedo, yo no puedo vivir con la cara de decepción de mi papá. Siempre supe que tenía que ser alguien en la vida porque una de mis cosas favoritas es ver a mi papá orgulloso.

Mi papá y yo tenemos una relación bien rara. Nos amamos a un nivel ridículo, pero no lo decimos. Incluso, no conversamos mucho (solo hablamos de comida, música, gente fea y Thomas Rivera Shatz). Quizás debe ser por eso que los dos demostramos afecto de una manera similar: Mi papá me echa el brazo en vez de decir “te quiero” (todo jevo con el que he salido sabe que yo hago lo mismo, y que sacarme un “te quiero” es casi como sacarme un cordal). Mi papá compra una cantidad ridícula de comida para decir “estoy orgulloso”. El que me conoce sabe que cuando quiero demostrar que siento algo por alguien le compro un cupcake o algo así.

A él le debo mi amor por la música, algo que está muy presente en mi trabajo. “Mi papá toca todos los instrumentos”, le decía a mi amiguitas de la escuela. Y bueno, quizás no los toca todos, pero nunca he visto que le pongan un instrumento en las manos y el tipo no le saque música. También le debo mi obsesión por la puntualidad, el boxeo, las tenis y la pachanga.

Mi papá crió a mi hermana mayor (hija de mi mamá) como a su hija y lloró la muerte de mi hermano (también hijo de mi mamá) como si a él se le hubiera ido la vida. Nos enseñó que la palabra “hermanastro” o “hermanastra” no existe bajo nuestro techo y que un buen papá no tiene que tener lazos de sangre para hacer sentir a salvo y darle todo a sus crías.

Sin embargo, en las últimas semanas también me di cuenta que crecer tan engreída tampoco es tan bueno. Mi papá nunca me dice que no y, si lo quiere hacer, se lo dice a mi mamá, así que él nunca queda como el malo de la película. Como ese macho nunca me negó na’, no sé procesar cuando otras personas me dicen que no pueden hacer algo y siempre quiero todo a mi tiempo… Así que, voy a tomar un momento para dirigirme a mi papá: “Coño papi, ahí fallaste, me diste todo y ahora espero todo de la gente. Pero, tranquilo, estoy bregado con eso”.

Hoy celebro a mi papá. Con sus cosas buenas y sus cosas malas. Recordando la cara de tristeza con la que me dejó en Ohio, su fricasé de ternera, y ese cantazo que me dio una vez cuando estaba brincando los muebles. Hoy recuerdo que cuando chiquita, si alguien me preguntaba: “¿Tú papá es alto?”, siempre decía que sí. “Mi papá es bien alto, yo creo que mide como más de seis pies”, respondía. Ya adulta, sé que mi papá mide como 5’ 10”, pero yo lo sigo viendo más alto que Peter John Ramos (y de seguro también le mete las manos en la cancha).

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