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Santa clavaera': procesiones filipinas y la crucifixión laboral

De viernes santos y otros más santos.

En viernes como este me ataca un aburrimiento salvaje, espinoso, de nauseas. Un viernes de esos que son un calambre en los pies.

Es que la santidad no es lo mío. Lo reconozco. Tampoco el recogimiento espiritual ni la reflexión se me dan mucho. Pa’ qué. Digamos que soy del clan mundano.

 

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Busco en YouTube algo para distraerme. Cualquier cosa me sirve. Algo que me funcione de abandono en lo que llega la noche y pueda irme a la Plaza de Santurce a comerme unas empanadillas de corned beef con maicito y todo. Bajadas, por supuesto, con la dosis necesaria de combustible purificador. Vamos, todo el mundo sabe que el Viernes Santo corre mejor con vodkita y jugo de toronja rosada. Pero si ustedes se reprimen, pues… Sálvense, y me cuentan. 

Encuentro un video del Viernes Santo en Filipinas. ¡¡¡Ah!!! Hardcoroso de verdad. Olvídense de las procesiones bonitas de las que se dan en Bayamón y Guaynabo. No, en las procesiones filipinas hay sangre, la estampa es dura. Eso de clavarte en la cruz es real.  

 

 

 

 

Hay unos tipos tan devotos que se crucifican año tras año. Dicen que por cuestión de promesas hechas a Dios y en gratitud por su cumplimiento. Entonces, uno que jode con todo, tiene que hacer silencio porque eso va en serio. Prefiero no meterme con las creencias religiosas de nadie y menos si requieren esa babilla de que te suban a una cruz y te claven las manos de lado a lado. Y descubro, casi como una revelación, que hay clavaeras y hay clavaeras. De todo en la viña del señor.

Como la reforma laboral. ¿No? Pónganla como la pongan es una clavaera de consideraciones monumentales. Vi al Secretario del Trabajo tratando de explicarla, adornarla, venderla, la tiró por encima de la mesa y por debajo, la puso en papel de regalo con una moña grande y chula pero nada que ver. Feo, feo. Mucha espina y poca rosa, dijo La India. ¿Y saben por qué? Es una reforma que lo único que busca es pasarse por la piedra y clavarse a la clase trabajadora bajo el insostenible argumento de que eso hace nuestra economía competitiva. ¡Wao! Qué oportuno. Ellos dicen que mientras menos derechos más trabajo y lo dicen con la boquita de comer, tranquilos. Y como no basta pues lo repiten y repiten hasta que mucha gente se lo cree. Nada, la magia de la propaganda.

 

 

 

El gobernador cambió de parecer. Se alegan varias razones. Lo curioso fue que lo hizo luego que el Secretario del Trabajo hiciera un papelón vendiendo la reforma como algo histórico. Bueno, son pajitas que le caen a la leche, dirá uno que otro. Pero, a la clara, la clavaera seguirá ahí, como ladrón en la noche, y se sumará a otras que ya han sido aprobadas en cuatrienios pasados y en lo poco que va de este. 

Todo como en una procesión, de las de aquí o las de allá, en la que al final el único clavado a la cruz será el trabajador, que eres tú y que soy yo.

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