En el mundito del deporte –como en la vida– hay gente que habla y por otro la'o hay gente que hace. Los primeros son los que no pierden una con la boca o con el teclado, los expertos que viven de reproducir el imaginario crítico y que tienden a confundir los excesos de alegría con la sapiencia de la experiencia.
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En ese jueguito estos genios del mundito deportivo trazan la línea que los diferencia de los segundos, de los que con acciones le sirven la mesa a quienes, en la mayoría de los casos, se limitan a ejercitar la lengua quemando pellejos ajenos. Digamos, pues, que en ese contexto a Peter John Ramos le ha tocado ser una cherry. O peor aún, un mangó bajito en el palo (anti)deportivo del patio.
Y es que en este ambiente del deporte criollo hay mucha gente que sabe. En Puerto Rico –como seguramente pasa en otras partes del mundo– resulta demasiado fácil pasar por la piedra a un atleta. Por eso tirarle a Peter es más o menos como velar güira sin haber defendido. Que si gordo, que si bobolón, que si feo, que si calvo, que si pito, que si flauta… Como si el atleta dejara de ser humano al momento de asumir su rol deportivo.
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En la temporada pasada del Baloncesto Superior Nacional (BSN) fuimos testigos del incidente racista contra el refuerzo de los Vaqueros de Bayamón, Jaleel Akindele, en la serie de postemporada contra los Cariduros de Fajardo. En esa ocasión se trató de un monito de peluche al cual le pusieron una camisa con el apellido del centro nigeriano. En respuesta, los fanáticos de Bayamón decidieron apuntársela con Carlos Arroyo, a quien bautizaron como 'la Barbie'. Usted sabe, porque el racismo se combate con macharranerías.
A la izquierda un fanático Cariduro con juguetito racista y a la derecha Felo Rivera haciéndole justicia a Carlitos.
De igual forma, habría que recordar los tiempos en los que Eva Cruz era víctima de bullying racista cuando mataba la Liga de Voleibol Superior Femenino (LVSF). O a Cusa Rivera y el bullying homofóbico que hasta el sol de hoy permea en la sociedad puertorriqueña. O a Javier Culson y a Mónica Puig, que si no ganan terminan siendo un blanco fácil para la burla y la crítica livianita.
El caso de Peter no es cosa nueva. Hasta el exdirigente de la Selección Nacional, Paco Olmos, condenó en 2016 el trato que se le da a este ser humano que, como muchos otros, se ha superado en la vida gracias al deporte.
Pero tal parece que no hemos aprendido la lección. Quizás porque el atleta no se piensa fuera de la cajita del espectáculo y el entretenimiento. O tal vez, porque da igual decir lo que sea sobre unos tipos que lo único que hacen es jugar. ¿Verdad?
Ya lo dijo Flor Meléndez en una conferencia de prensa luego de un fogueo de los nuestros contra Macedonia:
“Ustedes tienen que darle un mensaje a este pueblo, porque este pueblo está jodío por to' esto que pasa aquí. Aquí no se respeta a nadie. En mi mente yo, en mi mente como entrenador, y esto no es porque haya ganado o no, este (el equipo nacional de baloncesto) es mi ejército y siempre lo he dicho. La forma que a mí me dieron para defender mi patria fue con una bola de baloncesto y por eso lo gozo y lo sufro tanto. Y si uno tiene un ejército que es el que representa a uno, los mismos patriotas no lo pueden derrotar. Tienen que levantar a los soldados y aquí (en Puerto Rico) lo que quieren es explotar a esos chamacos, que vayan con una cabeza negativa pa' allá arriba…”.
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Quizás hay approaches periodísticos que no han trascendido algunas épocas. Pero, pues, ya los tiempos han cambiado. Aunque, bueno, hay algunos ejemplos recientes, como el de la reportera de ESPN, Britt McHenry, que pensó que su poder mediático era sinónimo de supremacía social.
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Entretanto, al deporte le resta continuar su nado contra la corriente social de este país. Sobreviviendo como gato boca arriba ante las tétricas condiciones que le impone la realidad colonial. Y claro, a los atletas les toca bregar con eso y con otras cositas. No se olvide usted que en el mundito del deporte –como en la vida– hay gente que habla y por otro la'o hay gente que hace. Y como dijo Eddie, Peter John Ramos es un obrero del básquet, uno de muchos mangoes bajitos del sistema.