Mundial

Más mujeres presas por drogas en Estados Unidos

Desde extremos opuestos del centro penitenciario, una mujer y su hijo hablan sobre la escuela, las muchachas, los regalos de cumpleaños… y su futuro juntos. No se pueden ver cara a cara, por lo que la reclusa y su hijo hablan con una videollamada.

“Hola mami”, dice el niño de diez años, Robby, a Krystle Sweat, a quien ve por video sentada en su celda.

Robby no abraza a su madre desde la Navidad del 2015, poco antes de que ella fuese encarcelada. Dice que cuando la excarcelen, quieren mostrarle cómo puede andar en bicicleta sin tocar el volante.

Recomendados

Sweat entra y sale de la cárcel. Fue arrestada más de una docena de veces por robo y otros delitos, casi todos relacionados con su adicción a las drogas, que llegó a un extremo tal que debía invertir 300 dólares diarios en pastillas. Trató de combatir la adicción, pero nada funcionó. Dice que ahora está lista para intentarlo de nuevo, cuando la dejen en libertad bajo palabra, probablemente en los próximos meses.

“Ya tengo casi 33 años”, comenta. “No quiero seguir viviendo así. Quiero que mi familia pueda contar conmigo”.

Escondida en un remoto rincón de los Apalaches, la cárcel del condado de Campbell es un buen ejemplo de cómo los opioides y las anfetaminas están causando estragos en Estados Unidos. Cantidades sin precedentes de mujeres están siendo encarceladas por su adicción, destrozando familias y atormentando comunidades que no tienen dinero, programas de tratamiento ni soluciones a largo plazo para combatir este fenómeno.

En 1980 había 13.258 mujeres presas y en el 2016 había 102.300, según la Oficina de Estadísticas sobre Asuntos Legales. Entre 1980 y el 2009 se triplicó la tasa de detenciones de mujeres por posesión o consumo de drogas, mientras que entre los hombres se duplicó. El abuso de opioides agravó el problema.

Hace más de una década rara vez había más de 10 mujeres en la prisión de Campbell. Ahora hay siempre unas 60, la mayoría por cuestiones vinculadas con las drogas. Muchas son adictas. No reciben terapia y cuando son excarceladas, vuelven a las mismas comunidades donde sus amigos, y a veces sus familiares, consumen drogas. De modo que ellas reinciden.

Y se repite el ciclo: Otro arresto, otra foto policial, otro uniforme rosado y otra celda, donde cae presa de la desesperación.

Sarai Keelean está de vuelta por violar los términos de su libertad bajo palabra. Le encontraron metanfetaminas y estaba consumiendo y vendiendo la droga para comprar opioides. Lleva casi tres años presa y no ve la hora de salir, aunque eso la asusta. “Temes que vas a embarrarla de nuevo”, dice.

Blanche Ball, quien ha consumido y vendido metanfetaminas por 15 de sus 30 años, ha estado presa varias veces. “Sé que pude haber hecho algo más con mi vida. (Pero) Cuando llevas mucho tiempo en esto, es lo único que conoces”.

Sus dos hijos mayores están siendo criados por un familiar y ella no quiere verlos hasta que esté segura de que puede ser una presencia constante en sus vidas. Los dos menores son adoptados. “Es una herida muy profunda”, afirma. “Trato de no pensar en eso”.

En el 2015 el condado de Campbell estaba tercero entre las localidades con más opioides recetados por persona en Estados Unidos, de acuerdo con los Centros de Control y Prevención de Enfermedades. Cinco veces el promedio nacional.

El alcalde E.L. Morton atribuye la crisis a la industria farmacéutica y a los médicos. Hay dos demandas contra productores de opioides radicadas por el condado y sus 40.000 residentes. Las metanfetaminas también son un problema.

“Elige cualquier casa. Allí hay drogas”, dijo la reclusa Keeland, de 35 años.

El condado lucha contra esta plaga desde hace décadas. Las granjas tabacaleras y la otrora floreciente industria del carbón desaparecieron hace tiempo y con ellas numerosos empleos e ingresos estables. Quedan algunas fábricas, pero más de uno de cada cinco residentes son pobres. Y hoy por hoy hasta el 90% de los delitos en un distrito de cinco condados que incluye Cambpell están relacionados con las drogas, según el procurador local.

Tennessee no tiene suficientes psiquiatras, trabajadores sociales, consejeros y enfermeras o centros de tratamiento de adicciones en las zonas rurales, de acuerdo con Mary-Linden Salter, directora de la Asociación de Servicios para el Alcohol, las Drogas y Otras Adicciones. “No es realista que le gente tenga que viajar 700 millas (1320 kilómetros) para recibir tratamiento porque aquí no hay camas disponibles”.

Salter dice que el tratamiento de las adicciones es a menudo más caro y complejo para las mujeres porque pueden arrastrar traumas y abusos, a veces desde la niñez, y se demoran más en buscar ayuda ante el temor de perder sus hijos.

“Las mujeres son quienes cuidan de la familia”, comenta. “Se las acusa de no atender a sus hijos y les da vergüenza. Y también se las acusa y se avergüenzan de no buscar tratamiento. Es una elección horrible”.

Hay algunas puertas abiertas aquí. Un juzgado que lidia con casos de drogas ofrece supervisión por hasta dos años y el 70% de las mujeres completan el programa. Otro programa nuevo solo para mujeres las aloja en centros rehabilitación antes de que sean sentenciadas. En ambos casos, las mujeres son alojadas en centros de otros condados, cuando no de otros estados.

Krystle Sweat dice que cuando quede en libertad bajo palabra, quiere sumarse a un programa de rehabilitación religioso. Sus padres, que cuidan a Robby desde que tenía tres años, dicen que la ayudarán.

Cuando termina la visita, Robby y su madre si tiran besos a la distancia.

“Me siento agradecida de que todavía me quiera”, expresa antes de acostarse en su celda, en la que tiene una foto de su hijo. “Se siente decepcionado con migo. No lo dice, pero sé que es así”.

 

Tags

Lo Último

Te recomendamos