Contexto

Luz Marie y el racismo en el ballet: “Tienes que trabajar el doble”

Una bailarina negra de ballet narra sus encontronazos con el racismo sistemático de este arte en Puerto Rico.

Luz Marie Iturbe Ortiz, una de las maestras ahora mismo del prestigioso Dance Theatre of Harlem, debió haber tenido como 12 años de edad cuando entendió que, aún cuando no cumplía con los “requisitos” tradicionales, europeos y caucásicos que históricamente se han impuesto a nivel mundial, ella podía ser bailarina de ballet.

“No había ningún ’role model’, y pues yo vi a Lourdes Ortega y me dije: ‘yo quiero ser como ella’”, recordó la bailarina y educadora, durante entrevista con El Calce y Metro vía teleconferencia, desde Connecticut.

“Me daba cuenta de que pasaban ciertas situaciones, que no podía identificarme con algunas directrices que me hacían sentir incómoda, de que no habían muchas más niñas o niños como yo haciendo esto. Soy negra, no veía muchas más bailarinas o bailarines como yo. Y cuando voy a esta presentación de Ballet de San Juan con Eloy Ortiz y Lourdes Ortega, veo que ella es negra, que él es negro… ¡Wow, ellos se ven como yo! ¡Y con medias de color piel negras! Los vi ese momento, me pompié, pero ellos rápido se retiraron. Y yo seguí varios años experimentando lo mismo”, agregó.

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(Todas las imágenes fueron suministradas, crédito: Rachel Neville Photography, J Reid Photography)

 

Cuando Luz Marie menciona “lo mismo” se refiere al racismo sistemático que ya hemos visto documentado y analizado en distintos campos de la sociedad puertorriqueña. Cuando Iturbe Ortiz menciona “lo mismo” se refiere al racismo institucionalizado y sistemático que ya hemos visto documentado y analizado en distintos campos de la sociedad puertorriqueña. Por ejemplo, la semana pasada, vimos reportajes en el que dos parejas de padres e hijos, los raperos loiceños Siloé Andino y su hijo Sharif Rafael y los deportistas aguadillanos Carlos y ‘Cao’ Delgado, explicaban instancias en que experimentaron el racismo sistemático de Borinquen. De igual forma, hemos visto a estudiosos en el tema de raza abundar sobre cómo el reggaetón ha sido blanqueado y cómo el deporte borincano se ha desarrollado en un ambiente con vestigios de racismo institucionalizado.

“Lo mismo” para esta bailarina de ballet de Carolina que vive en Estados Unidos se ve reflejado en esas “medias color piel negras”, porque en la cultura del ballet el color piel, en principio, se refiere al color de piel caucásicos. También, “lo mismo” alude a cada vez que le dijeron que era muy voluptuosa y no suficientemente espigada para practicar la disciplina, según lo han determinado los poderes unilaterales y racistas de la tradición europea blanca, barrera que al menos ya se ha ido rompiendo con la en Estados Unidos y otras partes del mundo.

“Durante estos días he visto que ha surgido el tema de la discriminación racial en Puerto Rico y he ido reviviendo mi experiencia con el ballet allá y evaluando muchas cosas que pasaron en mi vida y en mi carrera, que uno no se da cuenta. Veo que se habla el tema en la rama del teatro, en los deportes, los músicos también se han expresado, los raperos, y pues me quedé con la expectativa de que se manifestara alguien de la comunidad de la danza y no surgió, pero hay mucho de lo que se debe hablar”, apuntó la bailarina, una de tres hijas de Carmen L. Ortiz, maestra de educación especial en el atribulado sistema educativo puertorriqueño, y de Ángel M. Iturbe, servidor público de la Autoridad de Energía Eléctrica.

“Para empezar, el ballet es un arte elitista que no es accesible para todos”, expresó Luz Marie, resaltando que las academias de ballet en Puerto Rico “tienen un costo altísimo, que, con sacrificio, muchos padres lo asumen por sus hijos”, y que ella tuvo la bendición de recibir una beca cuando su madre le indicó a la dirección de la academia dónde empezó que no podía pagar sus altos costos.

“Siempre notaba que era la única negra por ejemplo en los espacios de ballet, como era mas joven, al principio no le daba mucho pensamiento, pero sí sabía que era diferente. Pero uno va dándose cuenta. Por ejemplo, en las evaluaciones, siempre aluden a tu físico y no a tus habilidades. Es ese racismo sistemático, de que la bailarina es una mujer alta, delgada, caucásica, cuando en Puerto Rico tienes personas de altura media, con curvas, caderas, que no cumple con esos estereotipos. Eso es lo que los directores casi siempre están buscando. A mí, por ejemplo, siendo una adolescente que pesaba 100 libras, lo más que me decían, aún cuando alababan mucho mi habilidad, era: ’Es que tienes un problema, porque tienes mucho busto, y cuando saltas, tu busto se mueve. Hay que hacer algo para arreglarlo’. ¿Lo hago bien, pero tengo que arreglar algo que en mi físico es así?”, rememoró.

“Y claro, está la cuestión de los roles. Nunca hubo mucho protagonismo, para casi todos los roles, yo era el cast número tres o un under-study, nunca la primera opción”, puntualizó.

A pesar de estas incomodidades, las cuales asimilaba paulatinamente, Luz Marie siguió moviéndose entre distintas compañías de ballet en Puerto Rico hasta que finalmente buscó suerte en Nueva York. Allá, fue aceptada en inicio como participante en unos talleres del Dance Theatre of Harlem, donde ahora es maestra. Se dio cuenta que “hay espacio para que se integre todo tipo de raza o cultura al ballet clásico”, que esto no necesariamente tiene que ser centrado en los paradigmas de las culturas blancas.

“Cuando yo llegué, por ejemplo, tenía una maestra negra. Ahora yo soy la maestra negra, la maestra boricua negra. Y eso a mí me llena de mucha satisfacción, a veces pienso que educar me da más alegría que bailar”, suspiró Luz Marie.

El caso de Janet Collins

En Estados Unidos, la barrera del color fue rota en el ballet, en inicio, en la década de los 1930, cuando una mujer afro-americana llamada  Janet Collins, insistió tanto en practicar el arte a pesar del racismo de la época, que hasta contrató un tutor privado, pues las escuelas de ballet de aquel entonces no la aceptaban.

En una reseña del libro autobiográfico de  Collins’s biography, Night’s Dancer, la periodista Debra Cash resaltó que “aquellas que rompen barreras son como un tanque. Otras como una mariposa”, y que Collins, sugiere, era la segunda. De acuerdo a Cash, Leonide Massine, directora del Ballet Russe de Monte Carlo, le dijo a Collins en una audición que hizo a los 15 años de edad que tendría que pintarse la cara de blanco si quería entrar a la academia. Collins dice que declinó hacer eso y que se fue afuera “a llorar el alma”. Tras esa audición vio como también otros directores a los que acudió no querían permitir una bailarina en sus actuaciones. Décadas después, en 1951, Collins finalmente alcanzó su gran oportunidad y se convirtió en la primera bailarina negra en participar en el Metropolitan Opera Ballet de New York, y alcanzó bailar incluso en importantes roles protagónicos.

De ahí, poco a poco la raza negra, ya sea afro-estadounidense o afro-latina ha ido ganando terreno. En el caso de Puerto Rico, Luz Marie ve que “tenemos muchos bailarines negros, pero no de ballet”.

“Pasa que cuando se interesan en los bailes se les recomienda que se inclinen más por el baile de hip hop o de música urbana. Es como si el ballet no fuese una opción. No sé si tenga que ver también con el problema del coloniaje, pero lo que veo es que buscan imitar mucho el estilo anglosajón caucásico de Estados Unidos, que también ellos imitan a Europa… y pues los más jóvenes quizás terminan sin hacer lo que quieren”, arguyó.

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