Ordenada, pragmática y, sobre todo, depredadora, Francia fue justa campeona con una talentosa generación de futbolistas — un plantel tasado sobre los 1,000 millones de dólares.

Croacia venía de remontar en sus tres partidos de la fase de eliminación directa, jugando alargues en todos e imponiéndose por penales en los primeros dos. Pero toda la calidad creativa de Modric y Rakitic pudo con la potencia francesa.

Fue el resultado previsible e inevitable para un Mundial que sin embargo se había caracterizado todo el último mes por los inesperados fiascos de las grandes potencias como Alemania, Argentina y España.