Comentario

La medalla que unió a un País

Era poco después de las 7:00 pm del sábado, 13 de agosto de 2016 y todo un País aguardaba en silencio. Una joven puertorriqueña, ante toda adversidad, se levantó en el podio con la primera medalla de oro de Puerto Rico. Por los grandes altoparlantes en Río de Janeiro sonó por primera vez “La Borinqueña en unos Juegos Olímpicos para la devoción de más de 9 millones de puertorriqueños y el mundo. Sin duda alguna, este evento deportivo olímpico fue uno histórico. Al encontrarme fuera de Puerto Rico, se me hizo más difícil poder contener mi emoción al ver a Mónica Puig alzarse con la medalla de oro a nombre de todos nosotros.

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Sin restarle mérito al evento histórico, debo exaltar la expresión, unión y cohesión de identidad que pudimos observar en Puerto Rico como a través del mundo. Entre los puertorriqueños en la isla y en la diáspora se exhibió esa identidad que nos caracteriza más allá del 100×35. Me viene a la mente esa famosa pregunta que enunciamos en estribillos y canciones, ¿Quién no se siente patriota? Ahora bien, el País nos exige atención inmediata dentro de la creatividad y perseverancia que nos caracteriza como puertorriqueños.

En mi opinión, no veo prudente ni correcto los asuntos de política con el deporte. Creo que el hacerlo le resta a los acontecimientos y momentos de unión. A pesar de, los tiempos nos exigen ser proactivos en la diseminación de ideas para la creación de una concertación nacional de discusión. Por eso creo vehemente que independientemente el estatus político de la isla, apostaría a que esa identidad permanecería. Esa identidad es algo innato, propio del archipiélago que trasciende los límites territoriales de la isla. Fue enriquecedor para Puerto Rico reivindicar esa identidad, más aún dentro del actual contexto histórico. Lamentablemente esa identidad se ve constantemente asediada por el estatus y la fracción político partidista que por consiguiente imposibilita la acción, la cohesión de ideas y la búsqueda de consenso colectivo.

Mi exhortación y anhelo es que ese sentido de unión persista en aras de resolver de una vez y por todas la relación política de Puerto Rico con los EE.UU y el mundo. Esta debe ser una de consenso guiada por el interés público y no por la tiranía de la mayoría. Una dominación que al alternar colores la mayoría, ha encerrado el porvenir de nuestra isla a beneficio de la oligarquía partidista. Más allá del gran endeudamiento y la crisis social y económica que arropa al País, tenemos la gran responsabilidad histórica de atender este tema. Llego el tiempo de la convergencia de ideas y de acción, no de la inacción, el faranduleo y el tribalismo político que es cómplice de la desesperanza que a diario nos consume. Gracias a Mónica nos olvidamos de ella. No desaprovechemos esa oportunidad que nos ha obsequiado.

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