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Los temas relacionados a la educación especial parecen ser atractivos para ganar titulares y simpatía en época de política partidista. Resulta fácil criticar los servicios y pedir cambios desde fuera del salón de clases. Ser educador de esta corriente me ha permitido estar cerca y conocer detalles que me impulsan a trabajar para fortalecer la educación a un sector de la población que merece nuestro apoyo siempre… no solamente durante el periodo de pesca de votos.
Ciertamente, hay mucho espacio para mejorar en cuanto a la calidad, rapidez y la eficiencia con que se ofrece servicios a una población que cada día va en aumento.
El Departamento de Educación destina un total de $ 365 millones de fondos estatales y un estimado de $130 millones provenientes de fondos federales para el Programa de Educación Especial en Puerto Rico, que atiende a una población de 111,060 estudiantes. Esta cifra pudiese parecer adecuada, pero la realidad es que no es suficiente para ofrecer servicios óptimos.
No podemos ver esto en dólares y centavos: hay que mirarlo con humanismo y sentido de justicia. Por supuesto, es una cifra que parecería elevada pero igual vemos altos costos en equipos, servicios y programas. También es evidente que el Programa de Educación Especial no está exento de recortes y ajustes como cientos de agencias de gobierno, comercios, entidades privadas y hasta cada uno de nosotros y nosotras, a nivel particular.
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Es inminente que todos los sectores – mas allá de lanzar críticas en mítines políticos, redes o foros de alta exposición mediática – nos enrollemos las mangas y seamos aliados en la búsqueda de opciones prácticas para que la educación especial pueda subir de nivel y optimizar los recursos que tiene. Mi paso al frente, con mi aspiración a la legislatura, va en esa dirección: abrir una vía que ayude a esos cientos de miles de estudiantes que merecen ser atendidos. No iré al Capitolio a hacer leyes que hagan aun más densa la burocracia y más difíciles los procesos para obtener ayudas. ¡Hay que legislar del lado del pueblo, fuera de las paredes de mármol!
De igual forma, las familias tienen un rol fundamental en el proceso de educación de nuestros estudiantes de educación especial, es irracional pretender que el Estado lleve toda la carga en el proceso. Si hay apoyo mutuo, el resultado será de mayor beneficio para el estudiante y, créanme, acá sabemos de trabajar en equipo, cuando se trata del o la estudiante y su padre o madre, junto al maestro o la maestra. Por experiencia les digo: se puede.
Estos meses de pandemia y distanciamiento nos han obligado a ser creativos en las formas en que, contra viento y marea, ayudamos a nuestros estudiantes: sigamos haciéndolo, pa’ atrás ni pa’ coger impulso.
La educación es un proyecto de país, no una pancarta política para adelanto de simpatías. Si logramos un pueblo educado, en trabajo en unión en vez de riñendo, y le damos más apoyo a la eliminación de burocracia, recibiremos a cambio un paso de avance hacia un Puerto Rico de igualdad, de progreso y de tolerancia a la diversidad.
Y ahora es mister Báez, el de la Lincoln, es el que les habla… Unamos todos nuestros esfuerzos por la niñez de este país. Realmente, no hay de otra.
Nota del editor: El autor es candidato a representante por acumulación por el Partido Nuevo Progresista. Es parte del grupo original de columnistas de ¡¿Politiqué?!, la sección de de debate político en El Calce.