Contexto

Esteroides y béisbol: un doble play académico-deportivo en NCAA

En la vida de un atleta hay secretos. También hay temores. Bien lo sabe Carlos (seudónimo*), quien hace aproximadamente 15 minutos evita fijar su mirada en la nuestra mientras le confiesa a El Calce que para lograr ser un jugador de béisbol en la Primera División NCAA de los Estados Unidos tuvo que recurrir al uso de esteroides anabólicos por tres años.

 

Según cuenta el deportista, fueron sustancias orales, no inyectables, las que utilizó para mejorar su rendimiento. Las ingirió para estar al nivel y manejar la carga física y emocional de los juegos y entrenamientos. Eso dice.

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Carlos tiene 25 años. Es de un pueblo del área norte de Puerto Rico. Y contrario a miles de jóvenes peloteros que han partido de Borinquen con becas académico-deportivas de instituciones norteamericanas de segunda y tercera categoría, él sí completó un bachillerato en una universidad de primer orden gracias al béisbol.

 

No obstante, a pesar de los múltiples cocteles de pastillas Aderal, multivitaminas prohormonas y cápsulas de cafeína que se metió al cuerpo a diario para complementar su preparación y optimizar su juego, hoy día el chamaco es una figura prometedora en el béisbol Doble A y Coliceba. Y claro, mantiene viva alguna esperanza de firmar profesional.

 

Sepa usted que Carlos mató la liga en la costa sur de los Estados Unidos. Sin embargo, el ser humano que hoy se confiesa en un café del Barrio Palmer de Río Grande, entre la brisa fresca de un mediodía en la falda del Yunque y ahogado en la preocupación de compartir su silencio, pasó desapercibido en el draft de Major League Baseball (MLB) para el año 2010. Ese hecho, a pesar de haber acumulado promedio de bateo de sobre .320 en la principal liga de béisbol universitario del mundo.

 

 

 

Ya han pasado poco más de 30 minutos desde que Carlos llegó a hablar con nosotros. Aunque todavía no ha sido capaz de clavar sus pupilas en las nuestras, el pelotero no lo piensa dos veces para dejar claro que usó esteroides porque en la universidad aprendió a equilibrar el consumo de sustancias prohibidas con un plan completo de nutrición y ejercicios. La meta era clara: firmar a como de lugar con un equipo de Grandes Ligas.

 

Entretanto, le aclaramos que para Carlos el tema de los esteroides trasciende moralismos y falsas nociones de sana competencia. Según dice, en la tierra del Tío Sam los atletas universitarios y profesionales son herramientas de producción económica para los grandes intereses envueltos, así como para las diferentes instituciones académicas y sus poderosos programas deportivos.

 

 

 

“En los Walmart venden camisas del equipo, gorras, toallas, todo tipo de productos. Vas a las tiendas y los mejores atletas de cada disciplina son usados para promocionar eventos y a la universidad. Y diría yo que hasta son figuras públicas (los atletas). La prensa los cubre directamente. O sea, no es como en Puerto Rico. Allá hay que pagar para entrar a los juegos y hasta ESPN los transmite. No es secreto que el deporte universitario mueve millones de dólares allá afuera”, conectó de hit ante los envíos de este medio.

 

Para este pelotero el uso de esteroides anabólicos no responde al deseo de sacar provecho sobre el resto de los atletas ni mucho menos busca saciar la sed de la trampa. Al menos, ese nunca fue su objetivo. En su campo de juego mental ese béisbol es mucho más complejo. Arriesgarse a montar esa jugada en el diamante de la vida no es más que una cuestión de supervivencia. De nuevo, la meta era clara: firmar a como de lugar con un equipo de Grandes Ligas.

 

“Técnicamente es una lucha de uno, como atleta, contra un sistema que produce un montón de cosas contigo. Te exigen un mundo. Tu ganancia es lo que le saques a la experiencia y si eres un buen estudiante, le sacas los estudios. Brother, uno es humano. Yo me mataba a diario en el gimnasio, me comía el terreno de juego y llevaba una dieta religiosa de la mano de una rutina de estudio full. Pero llega el momento que tu cuerpo no da más”, pegó de doblete y ahora va de dos, dos.

 

 

 

“Y ahí es que empieza lo bueno. Sacrificas horas de estudio por tiempo en el gimnasio o decides hacer un balance donde los esteroides pasan a ser un soporte en tu diario vivir. De eso no se habla. Te sacan el jugo mientras tú eres el único responsable de tu futuro. Yo no me arrepiento, caballo. Todos esperan productividad, los números, pero nadie sabe todo lo que uno tiene que manejar en la mente. Nadie sabe de los verdaderos retos, esas cositas que no se ven en el show”, se apuntó el triple y sigue caliente.

 

Carlos lleva poco más de una hora hablando con El Calce. A estas alturas del juego luce más sereno, como sabiendo que está a punto de batear para el ciclo y teniendo presente que el arsenal de lanzamientos con el que llegamos a la lomita ya es bastante predecible como para afincarse bien y hacer swing de verja. Usted sabe, por aquello de sumar el cuadrangular que falta.

 

El buen pelotero sabe que el jonrón no se busca. Ese batazo, simple y sencillamente, llega. El Calce le bajó en recta al hombre:

 

— ¿Hiciste trampa? ¿Te consideras tramposo?

 

“El que dice que [el uso de esteroides] es trampa lo dice desde la ignorancia. Tú puedes coger a LeBron James y llenarlo de esteroides, pero le pones un uniforme de pelota y no va a ser un super pelotero. Tú tienes la habilidad como atleta. Eso tú lo traes contigo. La ética de trabajo la agarras en el camino y el esteroide sería un aditamento. La persona que use esteroides y no trabaje no está haciendo nada con su vida. ¿Tramposo yo? No creo. Quizá, inteligente, por agarrar todas las herramientas a la mano para ganarme al sistema que se benefició de mí”.

 

Según datos de la NCAA, hasta el año pasado el siete por ciento de los atletas activos en el programa atlético norteamericano reflejaban un aumento anormal en su masa muscular cada año (más de 20 libras de músculo). Asimismo, uno de cada cinco atletas universitarios varones entre los 18 y 25 años consideraban que el consumo de esteroides es la única vía para convertirse en un atleta profesional dentro de las esferas académico-deportivas.

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