Contexto

Entre fibromialgia, depresión, diabetes y tiroides, una familia sin luz en Yabucoa

Ya casi son nueve meses de re-sis-ten-cia…

En el barrio Guayabota de Yabucoa, doña Guadalupe Reyes Medina, paciente de fibromialgia y tiroides, lava la ropa a mano en la marquesina de su casa. También está cocinando, porque a pesar de que no hay luz en el barrio y de que ya no puede más, el fogón tiene varias bocas que alimentar.

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“En esta casa hay fibromialgia, depresión, diabetes, tiroides y una bebé de cuatro meses. Tenemos una plantita que nos la enviaron hace un tiempito desde los Estados Unidos y nos estamos manejando con el seguro social de mi esposo, que tiene 63 años. También vive mi hija, que es la mamá de la bebé”, señala sudorosa, exhausta y visiblemente agotada emocionalmente. 

De acuerdo con doña Guadalupe, en su barrio el mal más grande es la hipocresía. La madre de familia asegura que la gente que una vez fue casi familia cambió. Dice que lo que dejó el huracán María transformó negativamente todos.

“Aquí seguimos casi igual. Tanto dolor y tanta pena nos ha encerrado en nuestras vidas, en nuestras luchas. Yo iba a la iglesia, que está ahí al lado, pero ya no. ¿Para qué? ¿Para aparentar sentir lo que no siento y para aparentar ser alguien que ya no soy? Este proceso me ha enseñado que la iglesia soy yo y la gente que se ama. María y todos estos meses de sufrimiento ha destapado la hipocresía”, manifiesta mientras sonríe.

Doña Guadalupe asegura que la primera ayuda que llegó la entregó un grupo de misioneros de los Estados Unidos. Dice que al barrio llevaron galletitas y comestibles ligeros, de esos que no suelen cumplir con los estándares de una buena alimentación. Doña Guadalupe habla de papitas, de galletitas y jugos. Mientras hace memoria, se muestra siempre agradecida. Después de todo, ¿qué más queda?

“Yo aquí recibo a todo el mundo. Sin importar la religión. Puedes ser católico, evangélico, no importa. Aquí yo lo que aprecio es el respeto y eso. Me cuesta mucho manejar esta situación, pero hay que seguir. Yo ya no sé ni cómo explicar lo que siento, ¿usted entiende?”, cuestiona, pero de nuestro lado hay impotencia.

La angustia de doña Guadalupe también cuenta. En sus ojos la nostalgia es evidente y la frustración inquieta. Todavía el techo de la casa de doña Guadalupe necesita reparación urgente. Un toldo aparenta “resolver” la situación desde hace meses. ¿Y la bebé?

“Tenemos varias citas con el dermatólogo. Estuvo malita con una bacteria y estamos tratando de manejar los retos. El papá no quería reconocerla, pero no le quedó de otra”, dice.

Si bien al sol de hoy las cifras oficiales señalan que el 30% de la población de Yabucoa continúa sin servicio eléctrico —aunque el alcalde sostiene que es el 45%— al arrancar la nueva temporada de huracanes los niveles de vulnerabilidad de la gente siguen por las nubes. Y al parecer, solo queda esperar. 

Aunque bueno, a decir verdad, queda en el aire una pregunta: si algo le pasa a doña Guadalupe o a su familia en las condiciones que enfrentan, ¿serán parte del golpe de María o serán otro número más de esos que no se cuentan?

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