Comentario

El Miss Universe cambió, es hora de ponernos las pilas y buscar otra cosa

El domingo, 29 de enero, se celebró la más reciente edición del Miss Universe desde Filipinas. Había llegado mi día favorito del año y, por lo visto, el del editor de esta publicación @SrLebron. Allí, se esperaba la más reciente batalla de la “guerra” más caliente en el Caribe: la de #TeamDesiree y #TeamMagaly.

Puerto Rico, por si no lo sabían, no entró a las 13. Otras notables “pegás” (f. En el mundo de los concursos, reinas que no entran en el grupo de las semifinalistas. Fuente: RAE) fueron Miss Venezuela Mariam Habach – gran favorita a través de toda la competencia -, así como Miss República Dominicana, Sal García. Así que, para todos los efectos, tanto Desirée como Magaly y Osmel, se quedaron cortos en la labor de llevarle ganadoras a sus respectivos países.

Este año, de entrada, los números jugaban en nuestra contra ya que el concurso había decidido reducir el grupo de semifinalistas a doce más una; esta última elegida por el público (antes eran quince más una). Al momento de llamar las semifinalistas y llegar al punto de la forzada tensión de “solo queda un espacio”, seguían esperando nuestra reina, la venezolana, la dominicana, y otras favoritas en los foros de la missiología internacional como Australia, Rusia y Ucrania. No había cama pa’ tanta gente.

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Por otro lado, entraron Kenya, país sin “tradición” de reinas, la colombiana, que había sido “quemada” en los foros por no ser “tan bonita sin photoshop”, y la canadiense, quien habló constantemente del body shaming que había sufrido por su “corpulencia”. De estas quiero resaltar que Canadá tenía un cuerpo bien trabajado y que no se le movía nada – ya quisiera yo estar tan tonificada – pero sus medidas claramente rompían con lo que estamos acostumbrados a ver en los concursos.

[metroimage ids="43-28263" ] (Photo credit should read NOEL CELIS/AFP/Getty Images)

De Miss México se dijo que tenía la boca medio virada al hablar y de Estados Unidos constantemente leía críticas de sus piernas flacas. Esto no le impidió a ninguna pasar a la próxima ronda del concurso de belleza más popular en este lado del mundo.

Mi intención no es ser hater al mencionar cualidades “malas” o imperfecciones, de lo contrario, precisamente creo que fueron lo que de primera intención delató lo que sería el tema de la noche: mujeres diversas, reales, y que tenían algo que contar. Habrán notado que en la pregunta inicial a las semifinalistas fueron directo a querer conocer sobre las vivencias de las reinas y sus opiniones sobre eventos de actualidad. Con cada pregunta se quiso demostrar que estas mujeres tienen algo más que extensiones en la cabeza. Mientras tanto, los grandes “powerhouses” de América Latina se quedaron aplaudiendo porque, a mi juicio, se han mantenido en la tradición del pelo grande, las cirugías cosméticas, los lentes de contacto, las cajas de dientes y el fake tanning.

Llegando ya al final de la competencia, quedaban solo Colombia, Haití y Francia. Como en los tiempos de “antes” le hicieron la misma pregunta a las tres. Y aunque reconozco que quería que ganara Haití, ganó Francia, quien de forma muy dulce habló de un fracaso personal en una previa experiencia como modelo. Allí estaban una diseñadora industrial, y segunda colombiana negra en la historia del concurso, una científica haitiana con un gran lunar, a la Cindy Crawford, y una francesa estudiante de odontología con unos dientes enormes y naturales que me recuerdan a la sonrisa de Julia Roberts. Ninguna representaba el tradicional concepto de belleza al que nos había acostumbrado el concurso.

Reconozco que los concursos son un entretenimiento banal, algo así como la lucha libre. Sin embargo el MissU, y podrá sonar ingenuo de mi parte, se está moviendo a temas y matices de mayor profundidad. Para bien o para mal, Trump, presidente de los Estados Unidos y ex dueño del Miss Universo, ha popularizado un discurso sobre lo genuino de decir las cosas como son, “speak your mind”. Hollywood se inserta como en pocas ocasiones, en las discusiones de política pública y world affairs; y el Miss Universo arrancó con 86 mujeres hablando de sus cualidades más allá de ser bonitas, haciendo pie forzado en el lema de “confidently beautiful”.

Más allá de pedir la cabeza de Desirée o rogarle a Magaly que regrese, los tenedores de las franquicias, los amantes de los concursos, los promotores y las candidatas, deben evaluar esta nueva realidad que aparenta acercar los caminos de los dos concursos más importantes del mundo: el Miss World, usualmente enfocado en candidatas más bonitas “por dentro”, y el Miss Universo, con reinas comercialmente bonitas pero con nada más que decir que sus compromisos contractuales y promocionales.

¿Estará listo el pageant world local para mujeres bellas, pero también genuinas, imperfectas y con opiniones, listas para el “mundo” o el “universo” real?

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