Comentario

Carta de un papá a su hijito en su cumpleaños

 

Por Amado Martínez Lebrón


Ahora cantaré por mi amado el cantar de mi amado a su viña.

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Tenía amado una viña en una ladera fértil.

Isaías 5:1

Querido Isaías:

Mientras escribo esto faltan algunos días para que cumplas cinco años y aunque quisiera contarte la mar de cosas, en esta ocasión voy a concentrarme en nuestras primeras vacaciones como familia. Me imagino que te preguntarás por qué, así que escribí todo lo que leerás a continuación con el fin de contestarte. Te cuento todo lo que puedo porque la memoria es corta, y tanto en tu edad como en la mía uno olvida los detalles. Igualmente en cualquier momento uno se puede morir o por luchar terminar preso y me encanta la idea de poder dejarte estas historias regadas por ahí, para que algún día las encuentres y sonrías. Pero sobre todo, te escribo porque me ayudas a ilustrar cosas que solo se pueden decir desde el amor.

Antes de entrar en materia voy a tener que recordarte que hace apenas unos días, en un museo de Carolina, descubriste que existieron personas negras que fueron esclavizadas por las blancas y eso te silenció por un momento. Igualmente se ha iniciado mientras escribo esto un caso en corte que pretende castigar con cárcel a Alma, una niña negra de 11 años, por haberse defendido de la violencia racista en su escuela. Volví a descubrir ese pasado con el lastre que nos lega, desde la ansiedad que me causó explicarte cómo es que se relaciona la esclavitud con lo que le está pasando a Alma. Recordar cómo el pasado define el presente trae consigo a veces una especie de nostalgia mezclada con repugnancia, que paralizaría a cualquiera.

Nunca había estado tan consciente de mis contradicciones y de las de nuestra sociedad y eso me hace sentir frágil. No me puedo sacar de la cabeza lo que implica decir que estamos orgullosos de nuestra herencia, cuando toda ella descansa sobre el genocidio y la explotación brutal de la mayoría de nuestros antepasados. La sociedad de hoy se escribió con esas reglas. Antes yo sabía eso, ¿quién no lo sabe?, pero desde que tengo que contestar a tus preguntas, he tenido que explicarlo desafiliándome avergonzado de ellas.

Por ejemplo, cada Banco es producto indiscutible de las riquezas que se acumularon con la esclavitud. ¿Si la banca moderna nace de la mente de una larga lista de hombres blancos, cristianos y esclavistas, qué podemos esperar de lo que somos hoy? Si una persona es capaz de sacrificar a millones en su beneficio, mínimamente, deberíamos sospechar de sus próximos “proyectos” económicos.

Yo honestamente no sé qué es peor, si pensar que uno puede cambiar la historia, o creer que se tenga la fuerza para evitar que cambie. Aún así es un hecho que nuestros antepasados hicieron cosas buenas y malas como todos, aún dentro de su pedazo de moral histórica. Cualquier hombre blanco que hubiera sido esclavizado habría reconocido la brutalidad de esa institución sin debate. Por lo tanto, es irrefutable que fue con las practicas más violentas y sádicas que se hicieron ricos y poderosos los antepasados de los que hasta hoy gobiernan. Es imposible acapararlo todo y ser bueno al mismo tiempo, Isaías. Alguna gente cree que digo esto porque no tengo la capacidad para ser rico aunque quisiera, y por este medio, quiero que sepas, que ellos tienen razón.

Sin duda aspiro a que estés orgulloso de tu país y de tus ancestros, porque eso nos da arraigo, identidad, sentido y propósito, pero cada vez que intento motivarte esos valores el pasado viene a las millas y me abofetea. Y dirán que contemos solo lo que nos llene de orgullo y hablemos de los que resistieron, pero eso es lo que se ha hecho siempre y seguimos igual de esclavizados cada vez que terminamos adorando a los que como Cristo, en todos los cuentos terminan crucificados. De todas formas mi amado Isaías, mi nihilismo tendrá que ser tema de otra carta…

¿Qué más se podía haber hecho a mi viña, que yo no haya hecho en ella?

¿Por qué, cuando yo esperaba que diese uvas, ha dado uvas silvestres?

Isaías 5: 3

 

Mientras te escribo pienso en la personita que ya eres, y de cómo te caracteriza sin duda el hecho de ser más parlanchín que nunca. El sonido de la erre todavía es un enigma para ti, tu pelo es del color de la yerba seca y lo llevas largo y disparejo hasta los hombros, apenas me pasas del ombligo y asumo que no sabes lo mucho que disfruto sentir tu manita como un animalito frágil dentro de la mía, mientras caminamos a todas partes juntos, porque todavía me agarras animado y no me sueltas ni en las cuestas. Conversamos todo el tiempo, nos amamos aunque te pregunte y me lo niegas, y tienes una risa picaresca que me tira patasparriba.

Te podría hablar de lo mucho que me haces reír, de las veces que olvido que solo tienes cuatro años, y de cómo cuando pierdo la cabeza me dices que respire. Podría contarte de los peinados para tus greñas, de la ropa que escoges para vestirte, y de cómo discutir contigo es como enfrentarme a mí mismo cada día. Para congelar esta edad he pensado en hacerte una tirilla. Este año también fue tu primero en la escuela y sufrí muchísimo dejándote en tu salón como hasta el segundo semestre. Me regalas hojas, me haces chistes de peces, te ríes como un loco cuando besas a mamá en los labios, te encantan los cuentos de misterio, te ponen nervioso los perros pero te gustan los gatos y tienes a Mota y a Kikita en casa de tu abuela, ves películas completas y todavía cabemos juntos en la butaca de la sala pero cada día es más estrecha.

Podría contarte de cómo se me suicidaban las gotas como huyendo de mis muecas durante tu primer día de juegos y como me da cosquillas en el corazón verte correr, tratando de imitar como corren los atletas y los tenis parecieran que te pesan toneladas. Eres flaquito y tu cabeza llena de rizos te hace ver más grande de lo que eres, bailas meneando el culito, haces muecas en las fotos y corres una bicicleta roja con rueditas. No puedo creer que hace casi cinco años mamá te pariera en casa, en la misma cama en donde dormimos y leemos abrazados todavía.

¡Ay de los que juntan casa a casa,

y añaden heredad a heredad hasta ocuparlo todo!

¿Habitaréis vosotros solos en medio de la tierra?

Isaías 5:8

Si bien nos rodean personas que comparadas a nosotros parecerían que habitan otra isla llena de lujos, logros y conquistas, nosotros tenemos muchos privilegios. Tenemos todo lo que necesitamos y aún más. Aquí me vale aclarar que no se trata de juzgar, ni de martirizarnos, ni de proclamar despechos y culpas, pues en esta casa nadie es cristiano. Lo que trato de destacar es que tenemos mucha suerte y que debemos estar conscientes de nuestras ventajas, pero también de cuando los privilegios de otros signifiquen quitarnos derechos o calidad de vida a nosotros. Los límites son difíciles de identificar, pues en esta sociedad parecería que uno priva a otros cada vez que toma algo, pero aún en ese marco, sin duda tenemos suerte.

Pienso seriamente en lo privilegiados que somos cuando tenemos más de lo que necesitamos aún con todo en contra y sabiendo que de seguro hay cientos, quizás hasta millones de personas, con mejores razones que las nuestras, para merecerse lo que nosotros tenemos. Pero si lo piensas, decir eso es lo mismo que decir que tú o yo merecemos más que otros y entonces pierde sentido tomar eso como ejemplo. El mundo es a veces sabio y pequeño, y a veces grande y bruto, Isaías.

Vuelvo ahora que por ahí vienes corriendo…

A mis oídos ha dicho Jehová de los ejércitos:

Ciertamente muchas casas han de quedar asoladas,

sin morador, hasta las grandes y hermosas.

Isaías 5:9

A mamá se le ocurrió que podíamos ir a Vieques una noche y empezó a organizarnos una excursión.  Mientras ella navegaba el Internet imaginando nuestras primeras vacaciones juntos, tú y yo repasábamos la ubicación de la Isla en el mapa. Puerto Rico es un archipiélago, recuerdo que te dije. Puerto Rico incluye a Vieques, Culebra, Mona, Monito, Desecheo, Caja de Muerto, entre muchas otras islitas y cayos. Todas juntas componen nuestro país, y digo nuestro, pero solo como se dice que uno vuela en la poesía, porque si bien es en donde hemos nacido, este archipiélago es en realidad de los banqueros, las grandes corporaciones, las iglesias y los partidos…

Me interrumpiste. “Papá, papá, papá, ¿se llama Mona porque tiene monitos?”. Me sonrío por lo lejos que te había dejado.

La isla de Mona está entre La Española y Puerto Rico, los taínos que viajaban mucho entre las islas, le llamaron Amoná, que significa algo así como “lo que está en el medio” y con el tiempo se redujo a Mona en boca de los europeos. Mona no tiene monos, pero tiene iguanas del tamaño de perros pequeños que solo existen ahí, y que se cree que antes eran parte de la fauna de todo el archipiélago. Tiene murciélagos pescadores, además de cerdos y cabras que trajeron los españoles y que se cazan en temporada, si mal no recuerdo, también vi gatos cuando fui.

— “papá, papá, papá, qué es un Taino.”

Taino significa “bueno” o simplemente gente. Así se llamó la cultura que pobló estas islas hace siglos, hasta que llegaron los conquistadores católicos buscando oro en nombre de dios. Muchos tainos huyeron. Los que se quedaron a resistir fueron exterminados por los invasores. Con las mujeres taínas muchos españoles tuvieron hijos. Con el tiempo desaparecieron como sociedad pero más de la mitad de los y las puertorriqueñas somos descendientes de mujeres taínas. Esto lo sabemos por el ADN mitocondrial.

Nuestros antepasados indígenas viven todavía en nosotros y eso no es simbólico y mucho menos poca cosa, porque la herencia genética es una parte importante de lo que somos. Lo que cargan los genes es tan central como las historias de conflictos que nos moldean las habilidades o desventajas heredadas. Los animales podemos heredar biológicamente destrezas y hasta formas de ser y pensar con el genoma, eso en los humanos es la cultura. No evolucionamos en vano y cada adaptación es…

Cuando volví a mirar ya llevabas un rato viendo playas de Vieques con mamá en su computadora. Recuerdo que recorrí durante mi monólogo el mapa de las islas caribeñas como si fueran una pelegrina para las yemas de mis dedos. 

Por tanto, mi pueblo fue llevado cautivo porque no tuvo conocimiento;

y su gloria pereció de hambre, y su multitud se secó de sed.

Isaías 5:13

En Vieques recuerdo haber hecho desobediencia civil en los terrenos de la Marina. Muchos campamentos se montaron allí, yo estuve frecuentando el área por el verano del 1999, durante las vacaciones de mi trabajo como maestro de Historia en una escuela militar. Sí, era militar pero no del ejército, porque más que nada era un proyecto de la conciencia de algún grupo de colonizados contentos.

El nombre de Vieques es indígena y significa según los expertos algo así como “islita”. Hoy le apodan también Isla Nena porque se considera como una hermana menor de la isla grande. Para que entiendas la relevancia de esta isla en nuestra historia debes saber que Vieques hasta la segunda Guerra Mundial era de los Viequenses, pero la Marina de Guerra de los Estados Unidos, les expropió 26 mil cuerdas de un total de 33 mil (1941) con el objetivo de hacer una base militar y campos de tiro. Sacaron hasta los muertos de sus tumbas y rompieron a ensayar maniobras con barcos, armas y equipo de destrucción masiva, porque entre otras cosas, los submarinos alemanes ya se paseaban por el Atlántico. De Vieques quedó solo el centro de la isla poblada por civiles, bombardeados desde ambos extremos y a merced de los escrúpulos de soldados en sus manías adolescentes. Todavía hay mucha munición viva en sus costas y hay prueba de que existe hasta contaminación radioactiva.

Si bien hoy nos tienen colonizados, en este archipiélago de Puerto Rico vivimos nosotros y vivieron todos nuestros ancestros inclusive desde antes de que existiera el imperio estadounidense. Nuestras familias llevan siglos habitando estas tierras y tu abuela tiene la prueba con el árbol genealógico que ha trazado hasta un antepasado nuestro, súbdito de La Corona, que llegó de La Española a Puerto Rico en el siglo 16. Según parece se llamó Jerónimo Lebrón de Quiñones, y fue gobernador por 14 días durante el 1544. Murió de malaria. De mi papá no sé tanto, ni de su pasado ni de su presente, pero su línea empieza en Dominicana y ese ejercicio tendrá que hacerse con él, porque me enorgullece también ese flujo de sangre que nos viene del otro lado del Canal de la Mona.

Desde hace siglos somos habitantes de estas islas, esa sería la conclusión de lo que te cuento y el propósito de lo que digo. Este archipiélago ha sido para bien o para mal, forjado por nuestros antepasados y estamos aquí todavía gracias al éxito que como supervivientes tuvieron ellos. En fin, no me gustaría que termináramos siendo otra cultura exterminada, glorificada con una película de Disney.

Y los corderos serán apacentados según su costumbre;

y extraños devorarán los campos desolados de los ricos.

Isaías 5: 17

Visitaremos el Fortín, iremos al faro, a playa negra, a una finca en terreno que perteneció a la Marina, a Puerto Ferro, a la Ceiba centenaria, al rompeolas, los bunkers, el radar, y si bien no podemos pagar esta vez el paseo nocturno por la bahía bioluminiscente, llevaremos el carro y nos tiraremos en toditas las playas que encontremos. Ese era el plan.

Fuimos una semana antes hasta Fajardo para hacer las reservaciones y luego de esperar por más de una hora, y tras mil faltas de respeto a tu madre que estaba allí, y a la mía, que no estaba, conseguimos solo reservar espacio para los tres y un carrito de carga. Con mucho pesar tuvimos que diligenciar el alquiler de un carro que no bajaba de los 69 dólares por día, y que junto a los 89 que costaba la noche en un cuartito de una casa convertida en hostal dentro del barrio La Esperanza, nos disparaba los gastos a las nubes. Recuerdo que tu mamá en ese momento empezó a detallar hasta el menú diario y llevamos casi todo lo que necesitamos para comer. Aquí sería interesante anotar que para no perder dinero uno se tiene que sacrificar, como si el dinero valiera más que las personas.

Es difícil llevar el carro a Vieques desde Puerto Rico en transporte marítimo público sin planificar antes por meses. Es igualmente difícil ir a todos lados a pie o en taxi, una vez se llega allá. Los viajes de lanchas están repletos, se hacen filas kilométricas y las condiciones de las lanchas no son las mejores. El edificio de la terminal de Fajardo ha sido clausurado por ser un riesgo de colapso y se espera bajo carpas de lona por horas, la llegada de las lanchas y los ferries.

Los agentes de seguridad en la terminal tratan a las personas como refugiados en un campo de concentración y hasta tienen perros que olfatean el equipaje. Me pregunto si los perros olfatean también la gente que llega por avión o en barco propio, o si se usan solo para intimidar a los pobres e impresionar a los turistas.

Cuando fuimos, el ferry era lo único que estaba funcionando y cuando volvimos también. Las lanchas no estaban en el puerto y en una ocasión, días antes de irnos, suspendieron los viajes porque no tenían guardias de seguridad que cubrieran los turnos. Estuvimos cruzando los dedos para que el día en que ya teníamos reservado no faltara ninguno de los empleados.

De regreso a Fajardo teníamos boletos para el viaje de las 6 de la tarde pero el ferry llegó a las 8:30. Lo grave no es que nosotros hayamos esperado más de dos horas, sino que ese fue el único viaje que dio ese día el barco y había gente esperando desde las 9 de la mañana.

Lo primero que descubrimos en nuestras vacaciones es que para la gente como nosotros, sin dinero para pagar un avión o comprar un bote, Vieques es inaccesible y eso de salida es un filtro terrible. El sistema segrega poniendo restricciones económicas a la movilidad, porque la libertad de los pobres se controla simplemente haciendo todo más caro.

Vieques después de la salida de la Marina parece estar despuntando como centro turístico. Cada vez es más numerosa la presencia de extranjeros, muchos llegando en botes privados, al mismo tiempo que se le dificulta el acceso a las clases obreras nativa. Esto sucede porque los turistas promueven el desarrollo comercial ajustado a sus gustos y bolsillos. Estos procesos terminan siempre desplazando a las comunidades históricas o reduciéndolas a otra atracción turística. Los extranjeros adquieren igualmente propiedad, como en el resto del país, y todo sube de precio tras inversiones de capital que se hacen desde afuera.

Y diez yugadas de viña producirán un bato,

y un homer de semilla producirá un efa.

Isaías 5:10

Después de la tortura sistémica del viaje llegamos a la Isla Nena tras un mar gentil que no hizo vomitar a nadie. Si alguien hubiera vomitado se hubiera notado porque las cabinas son de aire recirculado y sin ventanas que se pudieran abrir. En Vieques nos recibieron con que son cinco pesos por persona para ir en guagua hasta La Esperanza. El camino fue con música a todo volumen y a una velocidad que probaba lo mucho que la chofera había hecho el viaje pero también lo cobarde que puedo ser. Llegamos vivos hasta la casa hecha hotelito y el espacio nos pareció excelente. Por la noche el aire acondicionado hizo un alboroto infernal y al otro día tras quejarnos nos cambiaron a un apartamentito con dos cuartos y una cocina y nos sentimos millonarios, porque entre otras cosas, era más grande que nuestro apartamento en Santurce.

En cada esquina de la Isla había un caballo. Por las tardes los cobitos caminaban por todas partes y durante el día cruzaban las mangostas de lado a lado las calles. Contamos como 10 variedades de mangós solo en el primer viaje en carro y desayunábamos unos enormes del árbol que había en la casa de la Esperanza. Comimos quenepas, probamos limones y nos trajimos miel.

El primer día desempacamos y caminamos hasta el malecón desde la casa, y nos bañamos en la playa de La Esperanza. Después recorrimos los restaurantes leyendo los menús y descubrimos que no podríamos comer en ninguno si queríamos alquilar un carro. Esa noche vimos mejor que nunca las estrellas.

Desde la terraza en la azotea del hostal, tuvimos la fortuna de ver un cielo estrellado como no lo había visto desde hace años. Esa era una de nuestras metas en el viaje y mamá y yo nos miramos e hicimos el “checkmark” con un beso. Siempre he querido enseñarte un cielo espectacularmente estrellado, Isaías, para que entre otras cosas no te dé claustrofobia este mundo tan pequeño.

Al otro día fuimos temprano a buscar el carro que alquilaríamos. Nos llevó un chofer de guagua que guiaba igual que la chofera de la noche anterior: con el radio alto y como si aquello fuera fórmula uno. Nos cobró 5 pesos también. El carro alquilado era relativamente nuevo, cómodo y con tecnología “bluetooth” y todo eso. Antes de irnos a la playa paramos en una panadería que no tiene croquetas de prosciutto pero cobra como si las vendiera y compramos un sandwich de pastrami, uno de jamón, queso y huevo, un bocadillo, dos jugos y un pocillo negro por 35 dólares. Nos arrepentimos. Comimos y empezamos a pasear viendo el paisaje y no pasamos de 40 millas por miedo a chocar con un caballo o a tener un accidente fatal con una mangosta o con un viequense en su carrito viejo y a las millas.

Terminamos en “Red Beach”, que para los viequenses es playa Caracas. La playa tiene una arena blanca impresionante como la de Flamenco en Culebra. Es sin duda espectacular y teníamos cervezas. Allí nos bañamos como en cualquier otra playa de Puerto Rico, con más gente de lo que uno quisiera, con el volumen de la música a una altura invasiva y con un sol precioso que hacía que las gaviotas blancas que volaban al ras del agua parecieran de color verde. Sin embargo, los puertorriqueños parecíamos estar en minoría.

Cuando empezó a tener más gente de la que uno busca un martes, recogimos. De un lado teníamos a todo volumen una bocina con música corporativa diseñada para adolescentes mientras del otro, teníamos a una familia de estadounidenses blancos enseñando su blancos dientes, como diciendo: “te podría arrancar un canto, pero no lo hago porque soy buena gente…”.

Uno de los días le estrechamos la mano a Robert Rabín en el Fortín del Conde Mirasol y empezaste a buscar los restos del Hombre de Puerto Ferro por todas partes porque veníamos de haber leído en un letrero allá en el yacimiento de la carretera 997, que estaban allí expuestos.

 

El área en donde las arqueólogas Yvonne Nargares y Luis Chanlatte encontraron los restos de un hombre (presumiblemente) de 4 mil años de antigüedad, es como un jardín de piedras inmensas. El área recibe servicio, pero es bastante silvestre. Recuerdo que al final del recorrido, cuando no encontraste los restos del Hombre de Puerto Ferro en el Fortín del Conde Mirasol, le preguntaste nerviosísimo al señor encargado en el momento, agarrándote las manitas y tartamudeando: “¿… y en dónde están los restos del hombre de puerto ferro?”, aquí es importante recordar que todavía no te sale la “erre”, lo que hace de toda la escena una estampa para la historia. El señor muy respetuoso te explicó que lo estaban estudiando en el museo de la Universidad de Puerto Rico por algún tipo de disputa, y si bien no entendimos qué buscaban, te hizo mucha ilusión saber que estaban en la UPR porque ya conoces el museo.

Más tarde pasamos por la Ceiba centenaria y no olvido cómo adornaste todo el canto con tu cara de sorpresa mientras mirabas la copa frondosa, parado de frente a una de sus raíces más altas, tan altas como muros de prisión. Tal vez, junto a otros árboles como el Guayacán de 700 años que vive en el bosque seco de Guánica, esta ceiba que se estima tiene alrededor de 400, podría ser uno de los seres vivos más antiguos de nuestro archipiélago. Te quedaste un rato en silencio justo en donde la ceiba vieja absorbe con sus raíces a una mas joven como si la abrazara maternalmente o como si quisiera desesperada, sostenerse a otro ser vivo que le haga compañía incondicional durante los siglos por venir. Aprovecho para recordarte que en casa tenemos un Guayacán en un tiesto y en sus raíces plantamos tu ombligo cuando eras un bebé.

Su rugido será como de león;

rugirán a manera de leoncillos;

gruñirán y arrebatarán la presa,

y se la llevarán con seguridad,

y nadie se la quitará.

Isaías 5:29

Del viaje a Vieques, quizás lo más que me gustó fue cuando visitamos brevemente La Conciencia. La Conciencia es una finca cultivada por Ana Elisa y su compañero, ésta se levanta en terrenos que les pertenecieron alguna vez a la Marina. Allí tienen hasta abejas y experimentan con la posibilidad de convertir su crianza y claro, la miel que producen, en una actividad comercial que pudiera beneficiar a los viequenses. Aún son los primeros pasos de un sueño, pero sin duda cuentan con todo para lograrlo. La Conciencia tiene producción de subsistencia en el marco que amerita la dificultad de levantar un proyecto así y dan talleres y llevan frutos a mercados regionales.

Aplaudo la idea de vivir al margen del consumo irracional y del estilo de vida dictado por el Capitalismo. Tengo que aceptar además, que me vi en la ensoñación de irme a sembrar limones, quenepas y mangós y no para vivir del romanticismo folclorista, no lo pensé tampoco para suplir la demanda de algún nicho burgués en el mercado, sino que me imaginé en mi fantasía, simplemente escapando de este sistema salvaje que parece no tener espacio para mí por ningún lado. Pero en estas islas las tierras son inaccesibles para los pobres. Aún así existe en Vieques y en todo Puerto Rico espacio para rescatar tierras, como existe la necesidad de una propuesta de economía alimentaria en todo el archipiélago boricua.

Esa noche comimos y bailamos en la casa, y después de mirar la salida de las estrellas desde el techo, nos fuimos a recorrer Vieques de noche.

 ¡Ay de los sabios en sus propios ojos,

y de los que son prudentes delante de sí mismos!

Isaías 5:21

Tomamos la ruta que pasa por el aeropuerto buscando volver a La Esperanza tras nuestro recorrido por Isabel Segunda. Por el camino notamos cómo se han multiplicado los restaurantes pretensiosos. Queríamos un helado, así que hicimos una fila larguísima, buscando apoyar la economía local, para comprarlo en un colmado. Sin embargo, como descubrimos ya muy tarde, solo tenían paletas de helado de una multinacional, así que quedó cancelado el primer gesto con el segundo, como pasa con todo en el capitalismo.

Uno lucha por una parte, mientras por la otra lo destruimos todo con nuestro consumo. Últimamente he pensado mucho en eso y quisiera poder darte una solución que no implique hacerte un ermitaño o un Robinson Crusoe, pero no la tengo. No obstante, me inclino cada vez más a creer que quizás es por eso que no ganamos nunca. Estamos tan entramados en la cultura del capitalismo que no sabemos en donde terminamos nosotros y empiezan ellos. Cada vez que tratamos de defendernos es a nosotros que nos duele.

Sin entristecernos mucho, y con paleta en mano, nos fuimos oyendo jazz fusionado entre los árboles, las estrellas y los caballos de esta tierra sin ríos. Íbamos impulsados por petróleo, sobre una isla de un archipiélago en crisis. En el camino recordaba cómo en estas costas practicaba bombardeos la Marina con el fin de defender el apetito insaciable de una nación completa. Porque Isaías, las guerras se hacen para que otros, y eso nos incluye a nosotros, puedan mantener su nivel brutal de consumo.

En el recorrido también descubrimos un restaurante local de pollo frito al alcance del bolsillo obrero que visitaríamos luego para comer pollo desabrido y seco, acompañado de una enorme porción de decepción. El helado era bueno. Cuando nos cansamos seguimos la ruta de vuelta que sugería la señora del “GPS” y estuvimos como media hora perdidos entre vericuetos estrechos y terminamos en la entrada misma del radar militar. Tuvimos que volver por el mismo camino hacia atrás y terminamos en Esperanza como a las 11.

Si hubiéramos llevado nuestro carro, que tiene más de 12 años y está en los huesos, de seguro nos hubiera dejado a pie en el medio de la nada. Esa noche dormí como un bebé, tú dormiste en una cama para ti solito y el aire acondicionado estuvo sabroso.

Durante tres días vivimos en un apartamento más grande que nuestra casa, con un carro nuevo, con aire acondicionado, un colchón de mil pesos y un cielo estrellado. Si lo piensas, y digo esto riéndome, pareciera que hubiéramos sido turistas en otra clase social. Recuerdo que el último día tuvimos que dejar el apartamento temprano y fuimos en la tarde a bañarnos en las duchas de Sun Bay, lo que puso todo en perspectiva antes de tomar el ferry de vuelta a nuestra realidad económica. No sé si me entiendas, pero desde entonces me siento más colonizado que nunca. Al menos así se ve desde esta esquina.

Felices 5, mi niñito.

Te ama,

Papá.

(Nota del editor: Todas las ilustraciones fueron hechas por el autor, quien es artista y activista político)

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