Despierta Boriqueño, te han dado la señal…” ¿Mi señal? Un sudor extrañamente familiar correr por mi espalda. No hay nada más irónico que levantarse el día de las elecciones sin luz, respiro hondo.
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Me encontré con mi mamá ya con hielo en la nevera ante la incertidumbre de cuándo volvería la luz. Facebook Live en el fondo, y una distante imagen de candidatos y Benito votando en sus respectivos colegios. Comienzo a escuchar lluvia, respiró hondo.
Desde la noche anterior sabía que me pondría para ir a votar. Con las mariposas como si fuera el primer día de clases, acomodé mi “outfit” encima de mi escritorio: un t-shirt marrón, unos cortos y unas Adidas Campus color verde. Ya la lluvia comprometía mis tenis de gamuza. Comencé a pensar en como la calle para salir de casa se inunda con apenas unas gotas, respiré hondo.
En la oscuridad de la sala me dio con confirmar el colegio electoral de mi mamá. Entre su número electoral y descubrimos que no coincidimos en el mismo centro de votación. Mi hermana y mi madre votarían en un lugar diferente a mi. Las pasadas elecciones disfrutamos los tres la fila, entusiasmados de marcar un voto lleno de cambio. Un hogar que respiraba color, desde el 2020 respiraba esperanza, respiré hondo.
Adapte mi look a una sudadera. Opté por seguir usando los sneakers verdes porque son la única pieza verde en mi closet. Agarré mis llaves, la tarjeta electoral y arranque (solo) a mi nuevo centro de votación. Sorprendido, conseguí estacionamiento dentro del lugar y la lluvia ya eran lloviznas, respiré hondo.
Llegue a la fila. Un diseño de fila improvisado, con un laberinto de curvas, similar a cualquier fila de montaña rusa. En camino a la cola, me tope con conocidos, personas de escuela superior y hasta amores de primer año de universidad, respiré hondo.
El sudor que me despertó me visitó nuevamente en la fila. Aunque el cielo estaba nublado, el vapor y el calentón de la brea me hacían desear haber venido en aquellos cortos que seleccione la noche antes. Me seguía encontrando con personas que conocí en la escuela superior, respiré hondo.
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Compartí fila con tres madres solteras. Se conocen a través de sus hijos que estudian en la misma escuela desde preescolar. Una de ellas me pidió prestada la revista que leía cuando terminé. La deduje como la callada del grupo. Las otras dos repasaban la papeleta legislativa. Sin decirles nada, también repasaba con ellas. respiré hondo.
“1,2,1,1, así la practiqué ayer”, confirmaba una de ellas. Seguía cantando el sondeo de números para memorizarlo. La otra lucía los mismos tenis que yo en color rojo. ¿ Y si se las puso con la misma intención que yo? me decía a mi mismo, respiré hondo.
La conversación de las mamás eventualmente evolucionó a la nostalgia de cuando ejercieron su primer voto. Una de ellas contó que fue a votar con una camiseta de los BackStreet Boys. La otra comentó que votó con su primer novio porque su mamá no votaba. La que me pidió mi revista Vogue no comento nada sobre su primera vez. No paraba de mirar las tennis rojas cerca a mis tenis verdes, respiré hondo.
Andaba con un tote bag de Herman Nadal, diseñador puertorriqueño aguantando mi tarjeta electoral, sharpie y unos dulces que compré antes de llegar. Este tote fue la sensación de la fila. Un estampado verde de un jíbaro. La mamá con las tennis rojas me preguntó si estaba a la venta. Sonreí, respiré hondo.
Llegue a la sombra. Era cuestión de tiempo para llegar la puerta. Esperanzado de sentir un poco de aire acondicionado, descubrí al entrar que mi centro de votación estaba operando con generadores. Respiré hondo.
Apenas entrando a las salas para votar, recibo una llamada de mi hermana. Resultó estar en el precinto incorrecto y el precinto 106 de Carolina no le permitió votar con su licencia. (Anota el precinto). Contemplo no votar. Respire hondo.
Dos horas y media después recibí mis papeletas en la mano. Una sensación familiar, en un ambiente tenso. Vine con mi marcador, para evitar problemas. Mi centro ya no tenía marcadores. Un funcionario me dirigió hacia una caseta. Respiré hondo.
“1,2,1,1″ comencé a recitar una vez llegue a la temible papeleta legislativa. Los personajes impresos me miraban con orgullo y desprecio mientras marcaba mi recuadro cerca o lejos de ellos. Mientras marcaba sentía la tensión poco a poco abandonar mi cuerpo. Guarde mis papeletas y seguí instrucciones para pasar mis papeletas por la maquina- por la única maquina que habia en mi colegio electoral. Las papeletas pasaron sin problema. Respiré hondo.
Salí de votar y descubrí a mi hermana y a mi madre haciendo la fila nuevamente. No paro de preguntarme cuántos se encontraron en la misma situación. Decidí hacer la fila de nuevo con mi mama y mi hermana. Acompañando a mi mayor a ejercer su derecho juntos… Así como lo hicimos los tres juntos en 2020. Respiré hondo.
Luego de tres horas adicionales de fila Regrese a mi carro. Subí el aire a high. Sentía mi cuerpo vibrar con orgullo y satisfacción de haber contribuido apenas un grano de mostaza al proceso democratico. No soy nada religioso, pero me crié afirmando que un grano de mostaza mueve montañas. Quizas, quizas, quizas… mi grano de mostaza, si podría mover una montaña. Respiré hondo.
Pueden conseguir a José Gabriel en Instagram como @thejosegabrieel