¡Sobrinitooooosssss! Como cada domingo llegó el escritor más temido de Pe Erre. La semana pasada le regalé mis letras a las mamases, pero hoy volvimos a la programación regular… porque sí, porque puedo y me da la gana. ¿Quién dijo que yo estaba cancela’o? ¿Tu amiga -la fea- de Hato Rey que colecciona gatos, los comediantes sin gracia de Santurce que cobran con una combinación de carne frita y tostones fríos o el panita tuyo borifeministo que chapea Medallas en Río Piedras porque está bien pelaíto? Ninguno pudo… y no podrá… no te olvides que yo estoy aquí desde que esto era fokin monte, papeh. ¡La bendición a Tío y evítate un lío!
El pasado ocho de mayo de 2024 fueron los Premios Influencers, en donde El Calce se dio cita, y nuestra periodista estrella Andrea tuvo la noche libre porque se le fue la luz al magno evento antes de que entregaran el primer trofeo a Jovani Vázquez por “mejor uso del mismo gabán”. Como dijo Andrea antes de poncharle su salida a Fernando: “esto está más apaga’o que un party de madres en casa de Ana Cacho”. En verdad ella no dijo eso, pero yo siempre soy feliz citando falsamente a otras personas.
Anyway, no vengo a hablar de las oscuras premiaciones ni de lo mieLda que es hacer una actividad en Pe Erre sin tener “la perse” que se vaya la luz; tampoco vengo a decirle a la producción que si el venue no tiene planta no se puede hacer na’, sino que hoy hablaremos del término más prostituido de los últimos tiempos, después de la palabra “contenido”: INFLUENCER.
Estos días los influencers abundan, pues se multiplican con la misma consistencia que la gente pobre -o como gremlins en un pool party-, y al igual que los tecatos en las luces, hacen lo que sea por tu atención, incluso pasar la lengua por el cristal de un carro sucio. Para ser influencer solo necesitas dos cosas: un celular y muchas ganas de cachetear. De hecho, es fácil reconocer a un influencer en las actividades de los medios, ya que siempre cargan un Tupperware para llevarse los leftovers.
Los influencers son un fenómeno relativamente nuevo, ya que la maldita palabra debe llevar unos diez años -quizás un poquito más o un chispito menos- y hemos visto la evolución del término, que pasó de un nativo de las redes que logró una audiencia fija a transformarse en algo tan ambiguo y superficial como… je, je, je, iba a hacer un chiste de un transexual de Twitter, pero mi esposa me dijo que mejor pusiera “tan ambiguo y superficial como un discurso de Victoria Ciudadana”. 😉
Ok, antes de que los muchachos me saquen los Kleenex y los violines, yo estoy contentísimo de que en estos tiempos cualquier chamaquito pueda usar sus recursos para buscar sus metas, porque a mí eso de tomar el fokin control del destino me encanta. Hace unos años atrás tenías que hacer una gran fila pa’ que te dieran una oportunidad, y estabas a la merced de otras personas -que siempre tienen su propia agenda y carecen de visión- para poder concretar lo que una vez soñaste en tu habitación. Tener las herramientas actuales es una bendición… pero cuando veo a muchos loquitos ensuciando el camino que otros talaron, tengo que halar a los nenes por la oreja y aclararles un paL de cositas.
Para empezar, hay que definir qué diantre es un influencer, porque se lo enganchan a cualquier criatura que tenga la capacidad de caminar en dos patas, desde locutores de radio o figuras de la televisión, hasta anormales como Gallo The Producer. A mí me cae bien Gallo, es como el pana retrasado y divertido con el que puedes darte unas cervezas hablando del porqué la Tierra es plana, pero si alguna vez Gallo influye en mi vida, es momento de rendirme, aceptar que toqué fondo y llegar a Capestrano pidiendo auxilio. Lo mismo con el Rey Charlie… hay que tener dos mimes en la chola para dejarse influenciar por un tamarindo de 5′2″ tipo que corre motora en chancletas.
También hay muchachas que “influyen” mediante el maquillaje (aunque algunas luzcan como El Joker de Heath Ledger)… y yo solo pienso en ese momento cuando llenan los papeles en el doctor, y en el encasillado de “ocupación” ponen “MUA influencer”, mientras la secretaria ve la hoja de papel y solo piensa en una cosa: “esta tiene la Reforma y coge cupones”. Además, este tipo de influencer coquetea con “la puti-motivación”, que es un montón de frases vacías para un reguero de basic bitches. No, amiga, no eres única y diferente… y menos repitiendo las mismas estupideces que otra subnormal se robó de algún sitio.
Mis influencers favoritos son los que hacen videos de comedia, algunos son buenos, otros dan más cringe que Molusco narrando la vez cuando Elisanij le puso un panty en la cara y él sonreía como si fuera una secuela de “40 Year Old Virgin”... esa última línea se la robé a Pamela 🙂. Hace unos años atrás este tipo de contenido estaba en su peak, y en verdad me vacilaba lo que hacían -especialmente los que le metían a la comedia de caserío como Giova- hasta que me enteré de varias cosas: se estaban tumbando las ideas de otros la’os, se convirtieron en faranduleros y fabricaban una vida que no tenían. No es que vivir de las apariencias sea algo ajeno a mis ojos, pero esta gente literalmente cogía prendas prestás, roncaban de views y un éxito que carecían, a la misma vez que vivían ocho en un apartamento de un cuarto y medio baño en Kissimmee. Tengo que mencionar que algunos influencers son tan caripelaos que caminan como si tuviesen un tercio del talento de René “El Chancletas” Monclova o Juan Pablo “Algodino” Díaz.
Unos dicen “fake it till you make it”, pero pa’ mí eso es sendo peliculeo, porque cuando hay talento y enfoque, no hay necesidad de vender un personaje que no eres. Yo he conocido a un paL de influencers, algunos son chéveres, y como siempre hay un montón que son unos güeles que juran que son el regalo de los dioses a la humanidad; sé de unos que son humildes cuando están en sus comienzos, pero cuando tienen un chin de views creen que son tan importantes que su nombre quedará grabado en la Historia. Me gusta ver cómo su ego se infla, pues te das cuenta que no están pa’ construir, sino que se deben a su “yo”... y me da VIDA ver a gente sin capacidad roncando como si fuera un new rich… iba a decir que esta línea se la tumbé al colega Carlos Vega, pero él no es tan genial como este servidor. Los influencers vienen en todos los tamaños y colores, y el noventa por ciento de ellos no saben qué c*r*jo están haciendo, pues solo anhelan el spotlight, ya que su única meta es ser famosos.
Este tipo de simio con seguro social, prefiere la atención antes que el dinero, por eso rigen sus vidas por el milagro del intercambio; de hecho, el colega José Valiente una vez me dijo que “es común ver a los influencers en la semana haciendo fila en El Comedor de La Kennedy pa’ almorzar gratis, y los sábados sobreviven gracias a las muestras de Sam’s”. Cuando usted vea un influencer, después de pedirle una foto, dele un pesito; seguramente la agencia de publicidad no le ha pagado el chequecito porque ese job factura -con suerte- a los noventa días.
Yo creo que los influencers son la evolución de aquellas figuras que salían en la televisión; astrólogas como Anita Cassandra, sexólogas como Carmita Laboy, cantantes gagos como Tavín Pumarejo, o mentirosos compulsivos conspiranoicos como Andrew Álvarez, pero estos personajes actuales tienen menos carisma. Por alguna extraña razón, la gente está obsesionada con la fama, con ser reconocidos por existir, y en el afán de lograr esa visibilidad hasta crean gimmicks de alguien que no son… porque prefieren la hipócrita aprobación que te da la fácil falsedad, que tener el respeto de unos pocos que saben cuál es tu verdadero espíritu.
Mi mayor problema con los influencers es que son la nueva farándula airhead que quieren ser halagados y respetados sin haber forjado una trayectoria haciendo UNA SOLA COSA bien; esos que creen que el gran premio por entrar a la industria del entretenimiento es tirarse fotos con gente más famosa que ellos, mientras juegan a ser amiguitos. Ahora los chamaquitos no quieren estudiar, pues cualquier ser humano -cuya mamá le hizo creer la farsa de que lo hacía todo bien- piensa que en YouTube va a encontrar el éxito en poco tiempo… y estamos teniendo los resultados de una generación que lo quiere todo inmediatamente, sin saber que el camino duro es lo que nos moldea a lo largo de nuestra vida. Antes que ser Tío de ustedes y pai de muchos, soy el papá y padrastro de dos adolescentes y me preocupa la forma en que algunos jóvenes ven la vida, no porque los chamaquitos no sean loquitos en cualquier generación, sino porque en estos tiempos de redes sociales la percepción de la realidad está bien alterá, al punto que la gente tiene dos vidas: la de IG y la real.
A mi hijo Gael -que ahora va pa’ Comunicación en la universidad- y Paola -la deuda con ASUME a la que llamo “hija” y quien se inclina por el arte de la actuación-, les digo que se preparen en sus ramas, que estudien lo que hicieron sus antecesores, y que respeten el put* arte y la fokin industria; yo no voy a regalarles nada, y si quieren entrar a los medios, tienen que fajarse como Sol y yo una vez lo hicimos porque amamos esta p*nd*já. Enamórense del proceso, sean pacientes, sueñen en grande y busquen el aprendizaje cada vez que las cosas no salgan como ustedes quieren, porque -al igual que un soldado que se entrena poco a poco sin rendirse- esa será la diferencia entre un ave de paso y alguien cuyo nombre sí quedará inscrito en la Historia. Hijos, yo no crié influencers… yo crié a unos futuros caballotes, y apuesto a ustedes siempre. Make your mommas proud, cabr*n*s.
A ti, querido influencer, no tomes personal las palabras de este milennial geriátrico; si tú tienes talento de verdad, si estás más pendiente a crear que a los followers, si tu corazón se siente pleno al ver que la gente es feliz con lo que haces -no esa simplona dopamina del like inmediato- y si estás enfoca’o en meterle desde tu esquina, yo estoy contigo, pana mío. Influencer cleca, si lo tuyo es meterte en el ring donde muchísima gente que sí tenía talento no pudo entrar, tendré que recordarte que eres un mediocre todas y cada una de las veces que pueda.
Como una vez me dijo Alí Warrington, mientras estábamos orinando en los baños de Plaza: “estoy pensando en la cara de un montón de influencers sin talento… y cinco y tres me tiene”... ‘pérate, ahora no me acuerdo si quien estaba orinando a mi lado era Alí o eso una vez lo escuché de Sonia Valentín.
¡Meraaaaaa! No te olvides que la semana tienes que empezarla escuchando Siempre es Lunes, el podcast más irresponsable de la isla, pero aquí tienes toda la información que necesitas saber.
PD: al terminar de leer la columna, mi esposa -y editora- me dijo que “fui muy severo con los influencers”... así que reflexioné unos segundos sobre lo que había escrito… y fue así como le dije que no le iba a bajar ni un poquito, y que son ellos quienes tienen que subir hasta acá pa’ sacarme las palabras del cuerpo. “Me quiero disculpar… ABSOLUTAMENTE CON NADIE”. 🦍🫶